NO RECOMENDADO A MENORES DE 13 AÑOS (Bueno, mejor 18, vamos a curarnos en salud)


Advertencia: Las historias aquí descritas pueden herir su sensibilidad y causar traumas irreversibles

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XI "La poción que olía que paqué"

Habrían pasado unos treinta segundos y el dire no regresaba, Gerardo estaba nerviosico perdido, impaciente, necesitaba hacer algo pero ya o le iba a dar algo. Se levantó de su asiento e indagó por la habitación, la pantalla del ordenador estaba apagada y encima de la mesa no había más que cedeses en los que habían escrito cosas muy rarejas como “copulaciones” “felaciones” o “masturbación en grupo”.
Se quitó un mocazo de la nariz, hizo una pelotilla con él y la pegó debajo de la mesa, ante todo higiene se dijo a si mismo. De repente vio una cosa muy chula que captó toda su atención, parecía una lupa gigante con soporte y todo, fue a cogerla y tiró al suelo sin querer una figura de porcelana fea de cojones que hizo un ruido horrible al romperse. Se quedó petrificado pero por suerte el dire no apareció así que con disimulo, escupiendo más que silvando un tema de Bisbal muy pegadizo, deslizó los pedacitos de porcelana por debajo de la mesa y sonrió satisfecho porque había eliminado las pruebas del crimen en un santiamén. Ahora, si tenía el lupamen en su poder, Madre mía que de bien se ve todo, pensó. Sus dedos de por si regordetes parecían morcillones de Burgos, se saco otro moquillo y tras convertirlo en una bola lo miró a través de la lente, parecía un planeta en floración. Se acercó a la pared y apuntó a una arañica con la lupa, casi se mea encima al ver semejante monstruo repletico de ojos y pelangarranacos del quince. Una vez se hubo recuperado del susto se fue a sacar la picha para vérsela en aumento pero oyó unos pasos que indicaban la vuelta de Dumbledore así que se deshizo de la lupa, dejándola en el alfeizar de la ventana.
El director asomó su cabeza pepino por la puerta y, sonriendo, echó una miradita.
Gerardo permanecía sentado en su silla, superformal, con una pierna encima de otra como hacen los mayores. Del esfuerzo ante tal contorsión sudaba como un oso panda corriendo una maratón. Miró al dire con cara de inocente, parecía no haber roto un plato en su vida, bueno, más bien un chimpancé escuchando a un académico explicar la teoría de la relatividad.


 - Creí haber oído algo – Se excusó el dire antes de marcharse.


Gerardo suspiró aliviado, esperó un ratico, como dos segundos, y volvió a levantarse pa cotillear. Se asomó a una pequeña habitación que quedaba al lado de la otra por la que se había marchado el dire, era una cocinilla diminuta o algo asín. Sus orejillas de ratón captaron un ruidico muy gracioso, era como un tocino silvando la marsellesa, sobre un pequeño fuego había un objeto de metal la mar de majo que echaba una de vapor que pa qué te voy a contar , parecía una locomotora de un cercanías liliputiense, el ruido provenía de allí. Se acercó curioso, dispuesto a tocarlo, pero cayó en la cuenta de que tenía que quemar de lo lindo, la de veces que se había quemao con la plancha de la agüela. ¡Madre mía, si Dumbledore está haciendo una poción!, se maravilló, y su cerebro seguía pensando en que poción sería cuando su cuerpo que a veces parecía tener vida propia comenzó a hacer de las suyas, cogió un salero que había en un estante, abrió la tapilla del recipiente de metal y lo medio vacío en su interior. Madre mía que de burbujas, pensó. Animado como estaba con el experimento, no tardó ni dos segundos en alcanzar un frasco muy llamativo que estaba en otro de los estantes. Via, viaa... Viaaaagra, leyó, sonaba bien así que vació todo el frasco en la poción. No había caído la última pastillica cuando ya se había hecho con un recipiente de plástico blanco y naranja la mar de majo, Aguarras aromático leyó, echó primero un chorrico pero como olía requetefuerte como mil pedos de viejo en un ascensor, lo vació entero, hasta la última gotica. El potaje tenía muy buena pinta pero era demasiado incoloro, por suerte encontró una botellica en un aparador, era de plástico transparente y en su interior guardaba un espeso líquido verdoso, se lo acercó a la naricilla, olía maravillosamente así como a monte pinos, así que echó un chorrico a la potente mezcla, salieron burbujas a cascoporro y después pompitas la mar de majetas que se dedicó a explotar una a una, la poción estaba mejorando. Y hubiera continuado con ella de no ser por que Dumbledore le estaba llamando desde la otra habitación. Lanzó un gritito de maricona y corrió hacia el despacho pensando en la mejor de las excusas.


 - Estaba cagando – Mintió, algo a lo que no estaba acostumbrado


Dumbledore llevaba un libraco gordote y el pensadero que esperaba Gerardo no se veía por ningún lado, Vaya caca, pensó. El dire se sentó junto a su mesa y abrió el libraco por la mitad más o menos. Ante sus ojicos diminutos apareció un anuario que ocupaba ambas páginas, era en blanco y negro, y ninguno de los caretos se movía para decepción de Gerardo.


 - Este es tu padre, querido – Dijo el director señalando una fotografía en la que aparecía un adolescente con cara de cabroncete y mirada asesina que daba más miedo que Kevin Bacon enfadao – Hizo un curso de magia avanzada en los años setenta, vino de intercambio, era un mago magnifico, espléndido, excepcional, único e inigualable. Por desgracia era tan buen delincuente como mago. No se conformaba con actuar en cumpleaños ni comuniones, ni le iban los espectáculos teatrales ni mucho menos dedicarse a la enseñanza de este precioso oficio. Nos vimos obligados a expulsarle del centro y desde entonces nos guarda más rencor que la Varónesa Tissen a su nuera. Durante años nos hizo la vida imposible, corrompió al sindicato de magos, clausuró talleres de magia y amenazó de muerte a todo aquel que practicara la magia con ánimo de lucro y no le aportara una comisión. Hasta le imputaron en el caso Gurtell, imaginaté que panorama
 - Y mató a mi mami el joputa– Añadió Gerado, que lloraba a moco tendido como la viuda de un minero a la que congelan la pensión los mismos políticos a los que dio su voto.
 - Lo sé querido, lo sé


El director Abelardo se levantó de su silla y se dirigió a la cocina, mientras Gerardo seguía cotilleando el anuario. Madre mía que de gente había pasado por esa escuela.
El dire regresó con una bandeja repletica de dulces y un juego de te del Ikea la mar de soso, Gerardo no se fijó en la tetera humeante porque se la tapaba un paquteico bollicaos


 - Te vendrá bien un té, querido
 - ¿Eso lleva drogaina?
 - No, claro que no
 - Pos vale


Gerardo había enganchao un rotulador del escritorio y con cierto disimulo se dedicaba a pintarrajear sobre las fotografías de los alumnos, a un chavalote del curso de “desapariciones” de verano del 74, que se llamaba Eduardo Roldán, le pintó unas gafas culo vaso como las suyas y bigotin dictador, le quedó mu mono.


 - Aquí tienes tu té, querido
 - Chachi


Iba a bebérselo, pero estaba más caliente que Clinton en un congreso de becarias, así que llenó la manaza de pasticas de chocolate y se metió un puñao a la boca.
El director se sentó a su lado, tan cerca como pudo, piel con piel, estaba encantado de tener a un muchachote tan hermoso en su despacho. El pobrecico se había emocionado con tanta revelación pero ahora parecía haberse calmado un poco. El té olía extraño pero le gustaba bebérselo cuando estaba muy caliente, dio un generoso sorbo y siguió contemplando al hermoso efebo de mirada estrábica. De pronto empezó a sentirse como que mal, la garganta le ardía y un fuerte mareo le subió hasta la cabeza.

Gerardo se había aburrido del libraco y se estaba cansando de estar allí encerrado, además empezaba a oler a viejo. Se llenó un bolsillico de dulces y se volvió a darle las gracias al director, lo vio un poco pálido, como el culete de un albino, le salía algún espumarajo por la boca y todo como a la niña del exorcista, que miedo le daba esa película, lo menos tenía tres rombos. De pronto, el hombre se levantó y se llevó las manos al cuello, empezó a dar vueltas como un enfermo alzheimer en la sala de los espejos, tirándolo todo a su paso, y hacía un ruido muy desagradable, le recordaba a lo que había leído del ornitorrinco.
Gerardo estaba muertico miedo, no sabía que hacer, parecía como si al pobre hombre le faltase el aire. Sabía muy bien lo que era eso, había padecido de asma y era un puta mierda. Decidido, se acercó a la ventana y la abrió de par en par para que entrara el aire, luego fue a por Dumbledore que había mudao el color de la cara a un azul papa pitufo. Agarró al viejo de la manica, que entre lo fría que estaba y las arrugas que tenía daba repelús, y lo arrastró hasta la ventana, el hombre agonizaba sobre la reprisa, tenía como espasmos, le recodó a un pececico que tuvo, “chichi” cuando lo sacaba de la pecera pa darle de comer hacía eso mismico. Fue a por la su mantica mágica, no quería que encima el pobre hombre cogiese una pulmonía, pero cuando se dio la vuelta vio que el dire ya no estaba, había desaparecido. Al menos eso pensó hasta que oyó un PLOF al otro lado.

X "La mantica a cuadros"

Gerardo despertó una vez más con un dolor de cabeza terrible, como si le hubieran plantao un ficus en mitad del cerebro, no solo eso, tenía todo el cuerpo como magullao y cubierto de tiritas, al menos así pudo ver su generoso pecho, tetillas incluidas, la sábana había acabado convertida en una mini tienda de campaña con humedades a mitad de camastro. Tardó en comprender que estaba palote perdido porque las gafas estaban en la mesilla de al lado. Haciendo un esfuerzo sobrehumano las alcanzó y una vez se las hubo puesto comprobó a duras penas que estaba en la enfermería.
En el camastro de al lado roncaba plácidamente su queridísimo amgigo Ro Ro, un globito moco se hinchaba y descinchaba en su nariz a la vez que hacía “tuti” “tuti” su efecto era hipnótico, como los cromos de pokemon o la cabecera de Bob Esponja. Se fijó en que el pobre tenía todo el cuerpo cubierto de vendas y los brazos en cabestrillo. Daba mucha penita.


 - Ro Ro – Lo llamó Gerardo


El pobre Rodriguez despertó de su placentero sueño y al ver a su amigo sonrío de oreja a oreja, no tenía las palas superiores, sus ojillos estaban amoratados y le faltaba un pedacito de oreja. Nada grabe a priori, pensó Gerardo.


 - ¿Ca pasao? ¿Tas malico?
 - Hola Gerardo querido. Tranquilo, no es nada, solo he perdido la visión de un ojo y algo de audición en el oído derecho, las fracturas se curan y las heridas cicatrizan, no te preocupes. El señor me ha salvado, loado sea.
 - ¿Lo qué?
 - ¿Tú como te encuentras?
 - Me duele hasta el aujero´l culo. No ma acuerdo ca pasao, solo sé que vi aun fantasma regordo con cara malote y escapé como pude.
 - Era yo, llevaba la careta que me dio el profesor Ñapo. No se por qué pero al verme saliste corriendo como un loco y te lanzaste por la ventana, atravesaste el cristal y caíste los tres pisos, menos mal que estaba ese zarzal si no no lo cuentas. Te trajeron a enfermería, yo quise acompañarte pero el profesor Ñapo decidió continuar con el ejercicio, así que volví a hacer de “Dementira”, lo malo es que el que tuvo que defenderse de mí fue Malfollao, no veas lo bien que lo hizo para ser repetidor, oye. Le dieron doscientos puntos a “Esmirriadin”. En fin, veo que estas contentito, ya te dije que no me importa que te masturbes
 - ¿Eh?
 - Que si lo necesitas puedes hacerte una pajichuela, el señor te perdonará tal y como estas.
 - No, que me duele too, ¡Como jode!
 - Esta mañanita ha estado el director Abelardo, que bueno que es, un ángel reencarnado, un santo en vida, un bendito, Dios lo acoja en su seno el día que abandone este paraíso terrenal. Ha estado más de dos horas sentado a tu lado, te miraba con una dulzura que ni una madre a sus hijos, te destapaba si tenías calor y te cubría de nuevo si tenias frío. Hasta te acariciaba como a un gatito, que dulce. ¿Sabes? Te ha dejado un regalito junto a las zapatillas que lo he visto.
 - ¿A sí? ¡Chachi guachi!


Gerardo se inclinó como pudo y alcanzó el pesado paquete que había en el suelo. Estaba envuelto en papel de regalo del Carrefour. ¡Que emoción! no le hacían regalos todos los días, el último había sido de la amiga de su difunta madre, la Pura, que le regaló un condón caducao con sabor a frutos secos que él confundió con un chicle con el que casi se asfixia.
Lo desenvolvió como pudo valiéndose de los dientes pues uñas ya no le quedaban y extrajo una preciosa manta de cuadros rojos y negros cual cachirulo, de esas que suelen usar los viejales para cubrirse las piernas en agosto para evitar coger una pulmonía.


 - ¡Madre mía, es una capa invisibilidad! - Exclamó Gerardo emocionado
 - Yo creo que es una manta para ahora que llega el frío
 - Que no, que visto la peli. Esto te lo echas encima, desde el cogote hasta la punta de los pies, y no te ve nadie en el mundo, ni siquiera el “Papa” que tiene poderes. Y puedes ir por donde quieras y hacer lo que quieras: Mangar libros mu chulos, espiar a los profes, meterte al cuarto de las niñas y hacerte manolillas mientras se ponen el pijama. ¡Es una pasada!
 - Madre del amor hermoso cuan pecador eres Gerardo – Trató de santiguarse pero estaba impedido
 - Ta noche la estreno, jo que si

Así fue. Esa misma noche, aprovechando que Ro Ro dormía como un bendito roncando como una vieja de lao y que estaba todo en calma total. Se bajó de la cama ignorando el dolor de sus heridas y se echó por encima la mantica que a duras penas cubría todas sus lorzas. Anduvo por el pasillo viendo menos que un vendedor de cupones en una discoteca cuando, de repente, se dio de bruces contra una pared y, rebotando, salió despedido hasta un camastro vacío.
Pensó en qué podía estar haciendo mal, no le llevó más de tres horas, y cayó en la cuenta de que si le hacía un par de aujerillos a la mantica para los ojicos no le sería tan difícil desplazarse. Así que valiéndose de unas tijeras que mangó del botiquín solucionó el problema.
Volvió a cubrirse con la manta y se puso las gafas de culo vaso por encima que le era más cómodo y de paso no se le empañaban. Ahora sí, pensó antes de avanzar.

Si la enfermera Pompita no hubiese estado tan concentrada con aquel sudoku quizás hubiese visto aquella extraña manta con gafas avanzar pasito a pasito por la enfermería.
Si el bedel, que era un pervertido, no hubiese estado babeando encima de aquel especial “Carmen de Mairena nos abre las puertas al paraiso” de Interviu, hubiese visto a aquel extraña cosa similar a una mesilla de té con zapatillas deslizándose por los pasillos.
En cambio, la profesora Nube de María que saboreaba un porrillo mientras hacía la ronda de noche y vigilaba las zonas comunes quizás si vio algo parecido a la mitad inferior de un escocés con traje de gala con unas gafas enormes a la altura de los genitales, pero no le dio la mayor importancia, había visto cosas más raras que esa la verdad.
Gerardo avanzaba triunfante, convencido de que nadie en el mundo le vería mientras llevase aquella manta de invisibilidad encima, no pensó en la hora que era, ni en sus heridas que estaban por curar, ni en las ganas de cagar que tenía, sentía que debía de darle las gracias a Dumbledore y no podía aguantarse más las ganas.

El despacho del director estaba en la planta superior del edificio por lo que para llegar hasta allí había que subir por una estrecha escalera de caracol. Hacerlo cubierto por una manta era una tarea harta complicada por lo que Gerardo, después de haberse caído escaleras abajo un par de veces, optó por quitársela y llevarla en la mano.
Agotado, magullado y mareado como un borrico estresao subido a un tiovivo llegó hasta la puerta del despacho del dire.
Se preguntó si como en los Libros de la Rowling tendría que decir una contraseña para que se abriera la puerta así que trató de recordar.

 - Helao de limón... - Dijo – Polo de bombón... Granizao de mandarina... Sorbete,
¿de, MELOCOTON?... ¡ZUMOOO NARAAAANJA! - Gritó al final cabreao


La puerta se abrió de par en par y Gerardo sonrío satisfecho, había dado con la contraseña mágica en tiempo record. El director Abelardo apareció ante él cuan largo era con cara de pocos amigos. Llevaba un camisón de franela como el de la agüela.


 - ¿Se puede saber a que vienen esos gritos, tanto escándalo, tanto alboroto, jovencito?
 - Hola Dumbledore, venía pa darle las gracias por la capa invisibilidad
 - Mmmmmmm, si lo dices por la manta, no hay de que. Pasa, precioso, pasa, estas en tu casa


Tuvo la amabilidad de hacerse a un lado para que pasara y lo acompañó con unas amables palmaditas en el pandero. Era una bellísima persona sin duda alguna.
Gerardo se encontró con un despacho distinto a lo que pensaba pero no por ello menos interesante, las paredes estaban atestadas de cuadros de angelitos aniñados en paños menores y también numerosas fotografías en las que se veía al director rodeado de niñitos sonrientes, había indus, negritos, asiáticos y amerindios, bosquimanos y saharaguis. Cuantísimo amor, será Misionero en sus ratos libres pensó Gerardo. También contaba con numerosos equipos informáticos, torretas y torretas de cedeses se apoyaban en las mesas y algún que otro disco duro, este gran hombre era toda una sorpresa a su ver.


 - Tiene un despacho mu chulo Dumbledore – Le dijo Gerardo
 - ¿A que sí? Puedes venir cuando quieras, tengo dulces riquísimos, sabrosos, pura delicatessen. Y lo bien que lo pasaremos juntos. ¿Te han dicho alguna vez lo hermoso que eres?


Gerardo dudó, no recordaba que le hubieran llamado hermoso, le habían llamado bicho, engendro, anormal, cuto, zopenco, cara culo, adefesio, retrasao, foca monje, falto, plasta vaca, mierdoso, atontolinado, error de la naturaleza y muchas otras cosas, pero precisamente hermoso no.


 - ¿Ques eso? - Preguntó señalando una cosa que había colgada en una pared y que parecía una especie de calentador enorme o un robotejo de cocina de última generación
 - ¿Es impresionante, verdad precioso? Se trata de un proyectil que se coló por el tejado en este mismo edificio cuando la guerra. No se si por fortuna, por la gracia de Dios o por pura casualidad, chorra o chiripa, no explotó. De lo contrarío no estaríamos aquí ahora. Mi queridisimo padre que en paz descanse, director de esta prestigiosa escuela y mi antecesor, la guardo cual reliquia y desde entonces preside este despacho. Querido... ¡QUERIDO!


Gerardo que roncaba como un cerdito pequeño, rebotó del susto, no recordaba en que momento de la disertación se había quedado transpuesto.


 - Perdón, Dumbledore
 - No pasa nada querido, ya va siendo hora de que regreses a la camita, son las cinco de la mañana. Me alegra mucho de que hayas venido a verme y espero que no tardes en volver a verlo
 - Oe, una cosa más – Le interrumpió Gerardo
Le iba a preguntar algo... espera que ahora no ma acuerdo Ah, si ¿Eres tú mi padre? Ay no, eso no... A si, que el otro día le escuché que decía, por casualidad, algo de un señor mu malo que era ¿El que no puede ser pronunciao? Y eso
 - Por Dios bendito si rebosas inteligencia muchacho, deberías optar por un puesto de funcionario ¿Dime, has caído por tu cuenta en que ese delincuente y ex alumno, ex alumno antes que delincuente si bien durante su breve estancia en Hogwarts apuntaba maneras, es tu progenitor?
 - ¿Eh?
 - ¿Cómo has sabido que “Vladimir Oleksandr Radosavljevic” también conocido como Baldomero es tu señor padre?
 - ¡Madre mía! - El pobre Gerardo se puso a hiperventilar, tantísimo tiempo buscando una respuesta y allí la tenía, como una bomba atómica en mitad del día del orgullo gay le cayó la inesperada noticia.
 - Imagino lo que has venido a buscar. Si me das un momentito, un periodo breve de tu tiempo de sueño, enseguida, en un santiamén, te traigo los recuerdos de tu padre, querido mío



El director desapareció por una puerta y Gerardo se quedó solo en el despacho. En un principio esperaba dar las gracias al director, que le invitara a un tentemipie y volver a la cama junto a Ro Ro a hacerse a una manolilla. Cosas del destino se había encontrado con una verdad explosiva y en unos momentos volvería Dumbledore con un “pensadero” repletico recuerdos de su papa querido que si no le fallaba la memoria había sido el sinvergüenza que había matao a su madre a martillazos.

IX "Los Dementira"

Al día siguiente, Gerardo despertó con un terrible dolor de cabeza, apenas había dormido debido a los extraños y desagradables sueños que lo habían atormentado durante toda la noche: un monito tití galopaba a lomos de una cerda preñada en dirección a Hogwarts, al llegar a la enfermería del colegio la cerda se ponía de parto y daba a luz a un ser abominable con cuerpo de cerdito enano y cabeza humana, su rostro era igual que el de su amigo Haris, pero la criatura no tenía dientes ni pelo en la cabeza, después al monito tití le crecían unas horribles alas de murciélago en la espalda, cogía en brazos a la grotesca y recién nacida criatura y echaba a volar por los pasillos del colegio en dirección a los oscuros sótanos donde se encontraban las dependencias de la casa “Esmirriadin”, allí, en la sala común les esperaba un hombre malvado
Resultó que no era el único que no había pegado ojo, Ro Ro se encontraba igual o peor que él si cabe, estaba pálido como un albino con anemia y sudoroso como un obeso colgando cortinas, le confesó que había tenido unas pesadillas horribles durante toda la noche; La cosa es que durante la última clase que tuvieron el día anterior, la profesora de astrología “Nube de María” se había fumado un porrillo afectando a los alumnos de las primeras filas, entre los que se encontraban ellos dos. La María, en contra de lo que habían oído, les había jugado una mala pasada.

Después de un suculento desayuno, su compi de casa “Jaimito Joplis” más conocido por “Jimmy el silencioso” les indicó por gestos donde quedaba la primera clase del día, tocaba clase de “defensa contra la magia negra” con el profesor Severo Ñapo. Jimmy por su parte se declaraba pacifista así que en vez de a aquella clase acudiría a Pociones y es que en la EGB se había aficionado a eso de la nomenclatura y la formulación, hasta estaba ahorrando para comprarse el juego de Micronova.
El profesor Ñapo, al ver a tantos alumnos de la casa “Gimeno” en su clase, se irritó muchísimo pues era el tutor de la casa “Esmirriadin” de la que había formado parte desde niño. El resto de integrantes de las otras tres casas le caían de por si como el puto culo, en especial y por razones que no vienen al caso, los miembros de la casa “Esmirriadin” a los que de ser por él los gasearía con gas mostaza mientras bailaba sardanas a su alrededor... todo se desvelará en su momento.
Una vez se hubieron sentado todos los alumnos, el profesor Severo Ñapo se dispuso a comenzar la clase.
Gerardo lo miraba atónito, estaba casi seguro de que se trataba del profesor al que había espiado la otra noche si la vista y los oídos entaponaos de cerumen no le fallaban, y es que estaba sentado en segunda fila y los casi dos metros que le separaban de él eran un mundo de tinieblas que podía inducirle al error. Aun así, ese profe no le gustaba un pelo, no solo por su aspecto que era repulsivo, era por como les miraba a él y a sus amigos, según Ro Ro, con el ceño fruncido, los ojos inyectados en sangre, una mueca horrible, los colmillos asomando y chorreando saliva y gruñéndoles como un perro salvaje en disputa por un nido pollos. Porque le habían enseñado a no ser mal pensao que si no hubiera jurado por el mismísimo Tamariz que ese profe les tenía manía.


- Hoy, en nuestra primera clase, os voy a hablar de uno de los mayores peligros del universo, os voy a hablar de vuestra principal amenaza en este idílico mundo. Y es que ser infante es motivo de atracción para un sinfín de degenerados y de pervertidos que harán todo lo posible por abusar de vosotros. Ya podéis tener cuidado porque están en todas partes, en las escuelas, en las iglesias, en facebook, en tuenti, en los chat de magia potagia... en especial en las redes sociales y en las catequesis para que mentir. ¿Alguien sabe de quien hablo. Si, Draculo?
- De los masones
- No vas muy desencaminado, pero no ¿Gorila?
- ¿Los testigos de Jehova?
- No, pero casi, nos estamos acercando

La pobre de Herminia no hacía más que estirar el brazo, casi podía alcanzar el techo, pero el profesor no tenía ojos más que para los alumnos de Esmirriadin – Los pedófilos – Gritó al fin y es que a pesar de haber dejado de menstruar a causa de su enfermedad tenía mala folla la condenada.


- Diez puntos menos para Gimeno – Gritó furioso el profesor – No se habla sin mi permiso. ¿Si, Draculo?
- Los pedófilos
- Así es, cien puntos más para “Esmirriadin”


Gerardo suspiró muerto de envidia por la inteligencia del Nazi de mierda. Querría ser así de listo y conseguir puntos a cascoporro para su casa.


- Los pedófilos harán cualquier cosa para conseguir su objetivo, bien sea meteros mano hasta los higadillos o hacerse una colección de fotografías vuestras de lo más insinuantes. Nosotros los llamamos los “Dementira” porque dirán lo que sea con tal de hacerse vuestros amigos. ¿Alguien sabe que hay que hacer si te encuentras cara a cara con un Dementira?


¡Leches! Esta me la sé - Pensó Gerardo - esos no muertos ambulantes que parecen una panda de tunos recién escapaos de un incendio aparecen en mis libros favoritos y dan miedo que te cagas patas abajo - Así que decidido levantó la mano regordeta de dedos morcillosos y ensangrentados de tanto morderse las uñas hasta los codos dispuesto a conseguir los primeros puntos para Gimeno. Nervioso como estaba, ya tenía bastante con evitar mearse encima, se levantó de su asiento como si le hubiesen mordido en el culamen y contestó antes de que le dieran permiso.


- Le tienes que lanzar un “Espectro Patronus” que es como un gusiluz gigante con forma de animalico que les da tanto miedo a los Dementores que salen por patas en cuanto lo ven, a mi me gustaría que el mio tuviese forma de ardi-rata porque es un bichico que me encanta, sale en una película que no hace más que llevar una peladilla de un lao a otro, más majico el bicho; se lo pedí a mi agüelo cuando vi que lo tenían en peluchín en las tombolas que ponen en las ferias pa pilares pero me dijo que ya era bastante regalo que me dieran de comer to los días...


Gerardo, orgulloso de su concisa respuesta, se sentó de nuevo a esperar el veredicto.
Se hizo el silencio, todos los allí presentes, profesor y alumnos, alumnos y profesor, se quedaron boquiabiertos ante aquella inesperada respuesta. Gerardo sentía, como si se tratase de puntas de flecha, todas la miradas clavadas en él, tan ruborizado estaba, tan nervioso por la esperada compensación de puntos, tan angustiado al fin y al cabo, que mojó un poco los calzoncillos y el agradable calorcito lo calmó un poco.


- Esto... - continuó el profesor Ñapo una vez hubo conseguido salir del “shock emocional”- ¿Alguien sabe que hay que hacer si te encuentras cara a cara con un Dementira?
- ¿Nadie, nadie? Por Dios Herminia, deje de mover la mano tanto que le va a sacar un ojo a alguno de sus compañeros. Y escupa eso que lleva en la voca, no se puede comer en clase. ¡Por Dios, que asco! ¿Qué ha estado comiendo? ¿Criadillas? Conteste de una vez por favor.
- Mi tía abuela por parte de madre hizo un curso de defensa personal en la casa de la mujer. Le enseñaron que para defenderse de abusones lo mejor era usar un spray de pimienta o llevar un ladrillo en el bolso y atizarles o sino, a una mala, arrearles una patada en los cataplines, romperles la nariz de un rodillazo, meterles los pulgares en la cuenca de los ojos y estirar, arrancarles la ternilla de la oreja de un mordisco y si siguen moviéndose, aunque sean espasmos, golpearles repetidas veces en la nuez. Después hay que llamar al 112 emergencias y pedir socorro.
- Podría valer, no es necesario provocar tantas lesiones pero me vale. Un punto para Gimeno. Ahora vamos a un ejemplo práctico, necesito dos voluntarios, tú y tú – Dijo señalando a Ro Ro y Gerardo, puestos a que se derramara sangre que fuese la de “Gimeno”


Los dos amigos se levantaron y acudieron hasta donde el profesor, frente a la pizarra.
El profesor, se sacó de un bolsillo una careta de plástico blanca y negra que tenía forma de fantasma, era como la de la película “scream” y daba un mal rollo que te mueres. Gerardo, al verla, lanzó un gritito de maricona y se tapó la cara con las dos manos, toda la clase se rió de su reacción.


- Es solo una careta señor Putas, no tenga miedo – Le dijo el profesor que no cambiaba la expresión sombría de su rostro por nada del mundo – Ahora señor Rodriguez va a salir por esa puerta y se va a poner esta careta para meterse mejor en el papel de “Dementira”, tendrá que ir a por el señor Putas como si fuese tu víctima, piense en un querubín al que tratas de meterle mano. Señor Putas aplique la teoría de su compañera Herminia y no las suyas, los animalitos de la Pixar no le van a salvar de los violadores. ¿Me entiende usted?
- Chachi, guachi.


Lo cierto es que Gerardo no entendió ni papa pero imaginación no le faltaba, se limitó a sacar su varita y se situó frente a la puerta por la que acababa de salir Ro Ro que en un rato se convertiría, como por arte de magia, en un despiadado Dementor. Trataría de demostrarles, tanto al profesor Ñapo como a sus compañeros, que estaba preparado para lanzar un “espectro patronus” contra el enemigo que se iba cagar y, a una mala, si no funcionaba, apuntaría con la varita de poder a los ojos. Madre mía la de puntos que le iban a dar.
De pronto, los goznes de la puerta chirriaron y tras ella apareció un rechoncho y espeluznante fantasma de mirada oscura y boca deforme. Gerardo se cagó encima y, llevado por la locura, echó a correr como una maricona que pierde el autobus, más parecía un correcaminos con prisa que iba de lado a lado de la clase gritando incoherencias y tirándolo todo y a todos a su paso. Sin escapatoria, ya que el inmóvil fantasma le cerraba el paso hacia la puerta y el resto de los allí presentes parecían haber sucumbido al encantamiento de la criatura, pues apenas se movían, no pudo más que lanzarse por la ventana sin reparar en el cristal que lo separaba de la libertad.