NO RECOMENDADO A MENORES DE 13 AÑOS (Bueno, mejor 18, vamos a curarnos en salud)


Advertencia: Las historias aquí descritas pueden herir su sensibilidad y causar traumas irreversibles

Instrucciones:

Esto es un blog, el funcionamiento es muy sencillo, cada entrada corresponde a un capítulo, en la parte superior siempre aparecerá la última entrada añadida.
Selecciona el capítulo deseado en la sección "etiquetas" que está situada en el lateral derecho y disfruta de las aventuras de nuestro amigo Gerardo Putas.

............................................................................................

XI "La poción que olía que paqué"

Habrían pasado unos treinta segundos y el dire no regresaba, Gerardo estaba nerviosico perdido, impaciente, necesitaba hacer algo pero ya o le iba a dar algo. Se levantó de su asiento e indagó por la habitación, la pantalla del ordenador estaba apagada y encima de la mesa no había más que cedeses en los que habían escrito cosas muy rarejas como “copulaciones” “felaciones” o “masturbación en grupo”.
Se quitó un mocazo de la nariz, hizo una pelotilla con él y la pegó debajo de la mesa, ante todo higiene se dijo a si mismo. De repente vio una cosa muy chula que captó toda su atención, parecía una lupa gigante con soporte y todo, fue a cogerla y tiró al suelo sin querer una figura de porcelana fea de cojones que hizo un ruido horrible al romperse. Se quedó petrificado pero por suerte el dire no apareció así que con disimulo, escupiendo más que silvando un tema de Bisbal muy pegadizo, deslizó los pedacitos de porcelana por debajo de la mesa y sonrió satisfecho porque había eliminado las pruebas del crimen en un santiamén. Ahora, si tenía el lupamen en su poder, Madre mía que de bien se ve todo, pensó. Sus dedos de por si regordetes parecían morcillones de Burgos, se saco otro moquillo y tras convertirlo en una bola lo miró a través de la lente, parecía un planeta en floración. Se acercó a la pared y apuntó a una arañica con la lupa, casi se mea encima al ver semejante monstruo repletico de ojos y pelangarranacos del quince. Una vez se hubo recuperado del susto se fue a sacar la picha para vérsela en aumento pero oyó unos pasos que indicaban la vuelta de Dumbledore así que se deshizo de la lupa, dejándola en el alfeizar de la ventana.
El director asomó su cabeza pepino por la puerta y, sonriendo, echó una miradita.
Gerardo permanecía sentado en su silla, superformal, con una pierna encima de otra como hacen los mayores. Del esfuerzo ante tal contorsión sudaba como un oso panda corriendo una maratón. Miró al dire con cara de inocente, parecía no haber roto un plato en su vida, bueno, más bien un chimpancé escuchando a un académico explicar la teoría de la relatividad.


 - Creí haber oído algo – Se excusó el dire antes de marcharse.


Gerardo suspiró aliviado, esperó un ratico, como dos segundos, y volvió a levantarse pa cotillear. Se asomó a una pequeña habitación que quedaba al lado de la otra por la que se había marchado el dire, era una cocinilla diminuta o algo asín. Sus orejillas de ratón captaron un ruidico muy gracioso, era como un tocino silvando la marsellesa, sobre un pequeño fuego había un objeto de metal la mar de majo que echaba una de vapor que pa qué te voy a contar , parecía una locomotora de un cercanías liliputiense, el ruido provenía de allí. Se acercó curioso, dispuesto a tocarlo, pero cayó en la cuenta de que tenía que quemar de lo lindo, la de veces que se había quemao con la plancha de la agüela. ¡Madre mía, si Dumbledore está haciendo una poción!, se maravilló, y su cerebro seguía pensando en que poción sería cuando su cuerpo que a veces parecía tener vida propia comenzó a hacer de las suyas, cogió un salero que había en un estante, abrió la tapilla del recipiente de metal y lo medio vacío en su interior. Madre mía que de burbujas, pensó. Animado como estaba con el experimento, no tardó ni dos segundos en alcanzar un frasco muy llamativo que estaba en otro de los estantes. Via, viaa... Viaaaagra, leyó, sonaba bien así que vació todo el frasco en la poción. No había caído la última pastillica cuando ya se había hecho con un recipiente de plástico blanco y naranja la mar de majo, Aguarras aromático leyó, echó primero un chorrico pero como olía requetefuerte como mil pedos de viejo en un ascensor, lo vació entero, hasta la última gotica. El potaje tenía muy buena pinta pero era demasiado incoloro, por suerte encontró una botellica en un aparador, era de plástico transparente y en su interior guardaba un espeso líquido verdoso, se lo acercó a la naricilla, olía maravillosamente así como a monte pinos, así que echó un chorrico a la potente mezcla, salieron burbujas a cascoporro y después pompitas la mar de majetas que se dedicó a explotar una a una, la poción estaba mejorando. Y hubiera continuado con ella de no ser por que Dumbledore le estaba llamando desde la otra habitación. Lanzó un gritito de maricona y corrió hacia el despacho pensando en la mejor de las excusas.


 - Estaba cagando – Mintió, algo a lo que no estaba acostumbrado


Dumbledore llevaba un libraco gordote y el pensadero que esperaba Gerardo no se veía por ningún lado, Vaya caca, pensó. El dire se sentó junto a su mesa y abrió el libraco por la mitad más o menos. Ante sus ojicos diminutos apareció un anuario que ocupaba ambas páginas, era en blanco y negro, y ninguno de los caretos se movía para decepción de Gerardo.


 - Este es tu padre, querido – Dijo el director señalando una fotografía en la que aparecía un adolescente con cara de cabroncete y mirada asesina que daba más miedo que Kevin Bacon enfadao – Hizo un curso de magia avanzada en los años setenta, vino de intercambio, era un mago magnifico, espléndido, excepcional, único e inigualable. Por desgracia era tan buen delincuente como mago. No se conformaba con actuar en cumpleaños ni comuniones, ni le iban los espectáculos teatrales ni mucho menos dedicarse a la enseñanza de este precioso oficio. Nos vimos obligados a expulsarle del centro y desde entonces nos guarda más rencor que la Varónesa Tissen a su nuera. Durante años nos hizo la vida imposible, corrompió al sindicato de magos, clausuró talleres de magia y amenazó de muerte a todo aquel que practicara la magia con ánimo de lucro y no le aportara una comisión. Hasta le imputaron en el caso Gurtell, imaginaté que panorama
 - Y mató a mi mami el joputa– Añadió Gerado, que lloraba a moco tendido como la viuda de un minero a la que congelan la pensión los mismos políticos a los que dio su voto.
 - Lo sé querido, lo sé


El director Abelardo se levantó de su silla y se dirigió a la cocina, mientras Gerardo seguía cotilleando el anuario. Madre mía que de gente había pasado por esa escuela.
El dire regresó con una bandeja repletica de dulces y un juego de te del Ikea la mar de soso, Gerardo no se fijó en la tetera humeante porque se la tapaba un paquteico bollicaos


 - Te vendrá bien un té, querido
 - ¿Eso lleva drogaina?
 - No, claro que no
 - Pos vale


Gerardo había enganchao un rotulador del escritorio y con cierto disimulo se dedicaba a pintarrajear sobre las fotografías de los alumnos, a un chavalote del curso de “desapariciones” de verano del 74, que se llamaba Eduardo Roldán, le pintó unas gafas culo vaso como las suyas y bigotin dictador, le quedó mu mono.


 - Aquí tienes tu té, querido
 - Chachi


Iba a bebérselo, pero estaba más caliente que Clinton en un congreso de becarias, así que llenó la manaza de pasticas de chocolate y se metió un puñao a la boca.
El director se sentó a su lado, tan cerca como pudo, piel con piel, estaba encantado de tener a un muchachote tan hermoso en su despacho. El pobrecico se había emocionado con tanta revelación pero ahora parecía haberse calmado un poco. El té olía extraño pero le gustaba bebérselo cuando estaba muy caliente, dio un generoso sorbo y siguió contemplando al hermoso efebo de mirada estrábica. De pronto empezó a sentirse como que mal, la garganta le ardía y un fuerte mareo le subió hasta la cabeza.

Gerardo se había aburrido del libraco y se estaba cansando de estar allí encerrado, además empezaba a oler a viejo. Se llenó un bolsillico de dulces y se volvió a darle las gracias al director, lo vio un poco pálido, como el culete de un albino, le salía algún espumarajo por la boca y todo como a la niña del exorcista, que miedo le daba esa película, lo menos tenía tres rombos. De pronto, el hombre se levantó y se llevó las manos al cuello, empezó a dar vueltas como un enfermo alzheimer en la sala de los espejos, tirándolo todo a su paso, y hacía un ruido muy desagradable, le recordaba a lo que había leído del ornitorrinco.
Gerardo estaba muertico miedo, no sabía que hacer, parecía como si al pobre hombre le faltase el aire. Sabía muy bien lo que era eso, había padecido de asma y era un puta mierda. Decidido, se acercó a la ventana y la abrió de par en par para que entrara el aire, luego fue a por Dumbledore que había mudao el color de la cara a un azul papa pitufo. Agarró al viejo de la manica, que entre lo fría que estaba y las arrugas que tenía daba repelús, y lo arrastró hasta la ventana, el hombre agonizaba sobre la reprisa, tenía como espasmos, le recodó a un pececico que tuvo, “chichi” cuando lo sacaba de la pecera pa darle de comer hacía eso mismico. Fue a por la su mantica mágica, no quería que encima el pobre hombre cogiese una pulmonía, pero cuando se dio la vuelta vio que el dire ya no estaba, había desaparecido. Al menos eso pensó hasta que oyó un PLOF al otro lado.

No hay comentarios: