NO RECOMENDADO A MENORES DE 13 AÑOS (Bueno, mejor 18, vamos a curarnos en salud)


Advertencia: Las historias aquí descritas pueden herir su sensibilidad y causar traumas irreversibles

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VIII "Baldomero"

Los pasillos estaban vacíos y en total silencio, durante el tiempo que había permanecido escondido en la biblioteca no solo se había perdido el desayuno sino que también habían dado comienzo las clases. A primera hora tocaba clase de “Transmigración” con la profesora Manuela McGonagiu , así que corrió hasta dar con el aula correspondiente y entró sin ni siquiera llamar a la puerta interrumpiendo con ello la clase. Todo el mundo se volvió para observarle, entre ellos, la profesora McGonagiu a la que no pareció hacerle nada de gracia que la interrumpieran.

- ¿A dónde cree que va usted, jovencito? – Le preguntó la profesora McGonagiu que era bastante estricta con sus alumnos
- Perdone que se ma hecho tarde
- Pues ese es problema suyo, ahora dígame su nombre para que le pueda poner la correspondiente falta de asistencia
- Gerardo Putas pa servirla Señorita MacGonagall
- McGonagiu Gerardo, McGonagiu, y ahora márchese a reflexionar sobre lo que ha hecho y no vuelva a interrumpir una de mis clases nunca más

Gerardo se marchó cabizbajo ignorando las risas de sus compañeros, lo que más le molestaba era haberse perdido esa clase a priori tan interesante, estaba convencido de que la profesora McGonagiu les iba a sorprender metiéndose en el pellejo de un gatico o con algo por el estilo. Anduvo durante un rato por los pasillos sin saber que hacer hasta que se le ocurrió la maravillosa idea de visitar a su amigo Haris al cual hacía tiempo que no veía.
La vivienda de Haris estaba próxima a la zona donde se encontraban los establos y la granja, se trataba de una pequeña vivienda de adobe de una sola habitación que hacía las veces de cocina, salón y dormitorio, estaba decorada con pésimo gusto, en su interior había desde los muebles más “rococos” hasta las cortinas, los cojines y las alfombras más modernas del mercado y numerosas fotografías de animales cubrían las cuatro paredes de la casa. Pero lo peor era que, a pesar del limitado espacio, Haris compartía esos escasos metros cuadrados con un montón de animales de lo más diverso, una cerda, unas gallinas, un monito titi, un perro enorme, una cabra y un papagayo entre muchos otros, lo único que tenían en común todos esos animales era el pegote de mercromina que llevaban en todo el aujeraco del culo, ninguno se libraba de los extraños vicios de aquel enano de extraños gustos.
El olor nauseabundo que se acumulaba en el interior de la casa era uno de los principales motivos de que Haris no tuviera muchas visitas.
A Gerardo todo esto poco parecía importarle, se alegró mucho de volver a ver a Haris o como le llamaba él a Willow mientras que a Haris por su parte, aquella visita le pilló totalmente desprevenido porque estaban todavía en horario lectivo.

- ¿Cómo tú por aquí Gerardo?
- Hola Willow, es que me tenío que esconder un rato porque había unos mozos que me querían dar de ostias y luego la profe no ma dejao entrar a clase por llegar tarde
- Pues lo siento Gerardo pero ese no es motivo para llegar tarde a clase, tienes que aprender a defenderte si no quieres que la sigan tomando contigo
- Que son mu grandes
- ¿Y me lo dices a mí? Una buena patada en los gitanales y ya verás como no volverán a incordiarte
- ¿Lo qué?
- Déjalo, ya hablaré yo con el director para que ponga remedio lo antes posible a esta violencia escolar. Anda majo, pasa y toma asiento donde puedas que ahora te serviré una tila para que te relajes un poco que te noto algo nervioso
- ¿Una tila, eso que es lo que es, no será drogaina que mi agüela no me deja?

Gerardo tomó asiento en un enorme sofá, entre un gatico grandísimo y lleno de calvas y una gorrina viuda y preñada, mientras esperaba a que regresase su amigo aprovechó la ocasión para observar con detenimiento el interior de la vivienda.
Haris regresó con una taza llena de tila, que resultó ser una infusión asquerosa de la muerte pero que Gerardo bebió por no quedar mal.

- ¿Te puedo ayudar en algo Gerardo?
- ¿Eres tú mi padre?
- No, ya te dije que no el otro día
- Ay, perdona, que no ma acordaba. Bueno si, se me ocurre otra cosa que preguntate, es que, la otra noche, digo, el otro día, escuché sin querer a unos señores que decían algo sobre un tal “El que no debe ser pronunciao” o algo asin. Bueno que eso, que me llamó la curiosidad y esas cosas

Haris tardó un rato en responder, tuvo que meditar sus palabras para no dar más información de la que aquel muchacho necesitaba saber.

- Ese del que oíste hablar era un conocido delincuente de los bajos fondos, todo parece indicar que provenía de algún país del este, su verdadero nombre es “Vladimir Oleksandr Radosavljevic” o así se le conoce dentro del mundo de la mafia, de la Organizatsiya para ser más exactos, pero lo más extraño es que era un gran aficionado al mundo de la magia, intentó por todos los medios ser reconocido como el más grande de todos los magos, llegando a recurrir en múltiples ocasiones a la violencia, era un mago temido y se le llegó a conocer por los más diversos nombres “El que no puede ser pronunciado”, “El asesino de conejos”, “El mago maloso”, aunque otros muchos que no le temían y trataron de enfrentarse a él le llamaban “Baldomero”
- Ya, que cosas
- Baldomero “El chulo” – Puntualizó Haris
- Me quiere sonar, la verdad
- Baldomero “El chulo de putas” – Insistió Haris
- Si, algo me dice
- Baldomero “El chulo de putas” que mato a una puta
- Ah, ya
- A martillazos
- Dio mio, me suena muchísimo
- Baldomero “El chulo de putas” que mato a una puta a martillazos que era tu madre
- Ay, que creo que se quien dices

Entonces Gerardo recordó a aquel malvado señor que en ocasiones se pasaba por la caravana donde vivían con sus abuelos y le exigía a su madre gran parte de su recaudación, era más malo que un vaso de agua de fregar, hasta su abuelo le tenía miedo, cuando se acercaba por el barrio los niños huían despavoridos y se escondían en el primer sitio que encontraban, los vecinos se encerraban en casa y las prostitutas esperaban sumisas a que les llegase su turno para pagar, era todo un rufián. Pero desde el día que su madre fue asesinada, ya nadie volvió a saber de él ni se volvió a pronunciar su nombre, ahora Gerardo parecía entender el porqué, bueno, en realidad no pero no dejó de darle vueltas a la cabeza.

VII La extraña conversación

Se trataba del profesor Severo Ñapo, un cuarentón bastante estropeado y con muy malas pulgas que no prestaba mucha atención en lo que a la higiene personal se refiere como revelaba su pelo graso y pegajoso, sus numerosos poros negros y los andrajos más que pasados de moda que usaba por vestimenta, lo acompañaba el director Abelardo Donbenito, hablaban de un tema muy delicado pues se vieron obligados a salir del edificio para asegurarse de que nadie les pudiese escuchar pero para nada podían imaginarse que a escasos metros, oculto tras unos matorrales, había un niño algo cotilla que escuchaba con atención.

- Lo que trato de decirle director – Decía Severo Ñapo - es que “El que no puede ser pronunciado” se ha fugado de la prisión donde cumplía condena junto con otros dos reclusos, lo acabo de leer en Internet
- ¿Qué buen invento la Internet, verdad Severo? La de cosas que puede encontrar uno navegando…
- ¿Pero ha escuchado lo que le acabo de decir? “El que no puede ser pronunciado” anda suelto Dios sabe donde
- Pero eso es terrible, atroz, espantoso y horroroso, aterrador y tremebundo…
- Exacto director – Le interrumpió Severo Ñapo – y por el motivo que usted y yo sabemos, no sería de extrañar, que tarde o temprano decidiese hacernos una visita
- Tiene toda la razón, ese niño tan tierno ¿Cómo se llamaba?…
- Discreción director, discreción

Director y profesor siguieron caminando hacia el sotobosque hasta que Gerardo no pudo oírlos con sus orejillas de ratón ni verlos con sus gafas de culo vaso puesto que le separaban cerca de siete metros de distancia de donde se encontraban. Así que salió corriendo como una flecha en dirección a su habitación sin reparar en nada ni nadie y tropezándose en más de una ocasión por culpa de sus pies planos y defectuosos.

Cuando llegó a su habitación, jadeando agitadamente por la fatiga de la carrera, se encontró con Ro Ro que en lugar de dormir, estaba sentado en el borde de la cama esperándolo para hacer las paces pues no había nada de maldad en él, nada más verle se abalanzó sobre Gerardo y le dio un fuerte abrazo.

- Perdóname querido Gerardo, perdóname – Le dijo llorando – He sido injusto contigo pues no he entendido que estas perdido, vagando por entre los pecados que atentan contra la ley divina y son merecedores de la condena eterna, te he gritado en lugar de ayudarte que es lo que tenía que haber hecho
- Que me sé tocar solo, gracias
- No me refería a eso Gerardo, pero aun así insisto, perdóname, tengo mucha familia en el “Opus” y lo llevo en los genes, me ofuscó la mente semejante visión.
- ¿Lo qué?
- Los tocamientos ¿Me perdonas?
- Si, te perdono, si en realida me paeces mu majo

A la mañana siguiente, cuando los nuevos más mejores amigos se dirigían hacia el comedor dispuestos a desayunar se encontraron en su camino con Draculo Malfollao “El Nazi” y sus dos compinches, los malos remalos les acorralaron y empezaron a mofarse de ellos.

- Mirad, el retrasao y su novia la mandarina – Dijo Draculo y sus dos compinches le rieron la ocurrencia
- Por favor no nos hagáis nada, solo queremos ir a desayunar – Suplicó Ro Ro

A lo que Draculo le respondió con un bofetón en la cara de Ro Ro que a pocas lo deja tonto. Gerardo, arrastrado por el miedo, salió corriendo por entre los gorilas gritando como una nenaza y pidiendo auxilio, en su huida acabó saliendo del recinto y se encontró con el exterior, pero se tropezó con una piedrecilla y acabó rodando por los suelos como una pelotilla y provocándose magulladuras por todo el cuerpo. Al momento aparecieron junto a él los tres matones dispuestos a darle una buena somanta de palos, pero la suerte quiso estar del lado de Gerardo.

- Madre mía lo que estoy viendo allí – les dijo Gerardo mientras señalaba con su dedo una dirección – un gatico asustao
- ¿Pero tú te crees que somos tontos? Te vas a enterar atontao – Dijo Draculo mientras se arremangaba
- Que no que es verda, lo juro por Tamariz

“Gorila”, uno de los matones que acompañaba a Draculo se acababa de dar la vuelta y pudo comprobar que Gerardo no mentía puesto que en un árbol, en una de las ramas más altas, había un minino más que asustado.

- Que es verdad, que hay un pobre gato allí asustao, pobrecico – Grito Gorila mientras corría hacia el árbol dispuesto a todo con tal de rescatar al animal

Draculo y su otro compinche se volvieron para poder verlo con sus propios ojos, momento que Gerardo aprovechó para escapar.
Corrió como un poseso dispuesto a dejarse las plantas de los pies antes de que le dieran una buena paliza, ni siquiera miró si le seguían. Agotado, casi sin aliento y más que dolorido, se escondió en un lugar que no había previsto, en la biblioteca, una gran sala poco iluminada cuyas paredes estaban llenas de estantes abarrotados de libros de todos los tipos.
En una de las numerosas mesas, sentado en una silla leyendo, había un hombre gordo como el solo, era casi calvo, tan solo tenía cuatro pelillos canosos y su cara parecía la de un perro con moflos al que le acaban de poner unas gafas.
El hombre dejó el libro que estaba leyendo para contemplar a Gerardo.

- ¿Qué haces allí parado como un pasmarote, no tienes nada mejor que hacer?
- Perdón señor con cara de perraco, he tenio que esconderme donde he podio
- ¿Te persigue alguien, hijo?
- Unos niños que quieren darme de hostias
- ¿Y tú te dejas? ¿Eres marica?
- Creo que no señor
- ¿Vamos que eres un cacao, un mierda, un tonto del culo?

Gerardo bajo la cabeza

- ¿Cómo te llamas, si se puede saber?
- Gerardo Putas, pa servirle
- No es un nombre muy adecuado – Observó el señor
- Pos es el único que tengo así que a jodese
- Los niños de hoy sois bastante maleducados, en fin, yo soy el bibliotecario, me llamo Carlos Klorenaguer

En aquel momento sonó el teléfono. El señor Klorenaguer se levantó y se dirigió hacia su despacho, que estaba en el otro extremo de la habitación, y cerró la puerta para poder hablar en privado.

Gerardo se fijó en el libro que el señor Klorenaguer había tenido en las manos y que en ese momento estaba sobre la mesa. Era como si el libro tuviera un poder irresistible sobre él así que cogió el libro sin pensárselo dos veces y lo ojeó detenidamente, las tapas eran de color cobre, y en su interior estaba impreso en dos colores. Observó que en la portada había dos serpientes, una oscura, la otra clara, que se mordían mutuamente la cola formando un óvalo en cuyo interior estaba el título:

La historia interminable

El título le pareció poco acertado para un libro la verdad, pero aún así no pudo resistir su influjo por más tiempo, por lo que tuvo que sentarse para poder dar comienzo la lectura de aquél libro tan misterioso. Lo abrió por la primera página y comenzó a leer sintiendo que por primera vez en su vida un libro le absorbía de la más extraña de las maneras

I Fantasía en peligro

A sus agujeros, nidos y madrigueras se dirigían todos los animales del Bosque de Haule.
Era medianoche, y en las copas de los viejísimos y gigantescos árboles rugía un viento tempestuoso. Los troncos, gruesos como torres, rechinaban y gemían.
De pronto, un resplandor suave cruzó en zig-zag por el bosque, se quedó templando aquí o allá, levantó el vuelo, se posó en una rama y se apresuró a continuar. Era una esfera luminosa, aproximadamente del tamaño de una pelota, que daba grandes saltos, rebotaba de vez en cuando en el suelo y volvía a flotar en el aire. Pero no era una pelota.
Era un fuego fatuo. Y se había extraviado.

- Vaya caca – Dijo Gerardo.

Y tiró el libro a tomar por saco al otro lado de la habitación. Le gustaba bastante leer, pero no llegaba a entender que un escritor necesitase usar tantas palabrejas par contar algo tan simple como un cuento. Donde estuviera “Harry Potter” que se quitasen todas estas historietas fantasiosas.
Anduvo junto a los estantes, leyendo los lomos de los libros, hasta que por fin pudo dar con uno de su agrado. “Mis amiguitos, los animalicos. Mira que majos” lo abrió por la primera página y leyó un poco:

El perrico que es mejor amiguito del hombre hace: Guau, guau. Y otras veces: Grrrrrrr
Los gaticos que también son muy majicos pero no tanto hacen: Miau, miau.
El ornitorrinco, que es el más rarico de los bichitos hace: Afgasafslfjñaijñ, fjalsjf, aunque nadie lo oiga…


Aquel libro le pareció mucho más interesante por lo que no dudó en cogerlo prestado para poder cultivarse la mente con detenimiento.

VI “El Sombrero seleccionador”

La ceremonia del Sombrero seleccionador dio comienzo y el primero en ser llamado fue Gerardo que tuvo que someterse a la prueba que le iba a mandar a una de las cuatro casas donde pasaría su estancia en Hogwarts.
Una vez hubo subido al escenario, le sentaron en una silla de manera que quedó expuesto a las curiosas miradas de los allí presentes, estaba muy nervioso pero no perdió la compostura ni se meo encima.
El director Donbenito se aproximó con viejo y sucio sombrero puntiagudo lleno de remiendos que situó delante de Gerardo, este, convencido, se dispuso a ponérselo para que el sombrero determinase a cual de las cuatro casas debía pertenecer, pero el director le detuvo antes de que lo lograra.

- ¿Qué haces guapito? – Le preguntó el director
- Pos que voy ha hacer Dumbledore, pos ponérmelo pa que cante y pa que hable y me diga pa que casa voy

El público estalló en carcajadas y Gerardo se ruborizó sin llegar a entender que habría dicho que pudiera ser tan gracioso.

- No cariño, esto es para que metas la manica y cojas un papelito
- Ah, ¿y no habla o que?
- No mi amor, es un sombrero
- Po vaya caca

Gerardo hizo lo que se le había pedido y extrajo uno de los numerosos papelitos que había en el interior del sombrero. El director se lo cogió de las manos y los desdobló.

- ¡Gimeno! – Gritó el director Donbenito y todo el mundo aplaudió la decisión del Sombrero seleccionador – Ya te puedes volver a tu sitio precioso y no olvides que puedes venir a verme cuando quieras a mi despacho que nos haremos una fotos muy bonitas
- Chachi guachi

Gerardo regresó a su sitio y siguió con interés la ceremonia, aunque estaba algo disgustado por lo mierdoso e inanimado que era el sombrero seleccionador sí que agradecía haber acabado cuanto antes con ese tramite pues para nada le gustaba ser el centro de todas las miradas. La suerte quiso que sus nuevos amigos Ro Ro, Herminia y Bartolo acabasen en la casa Gimeno al igual que él lo cual le supuso una alegría.
Al término de la ceremonia dio comienzo el banquete de comienzo de año que tuvo lugar en el comedor, Gerardo y sus amigos se sentaron en las mesas reservadas a la casa Gimeno junto con el resto de sus miembros entre los que se encontraban los diecisiete hermanos y hermanas de Ro Ro, todos igual de pelirrojos que él.
Las camareras del colegio comenzaron a servirles la cena que llevaban en carritos preparados para tal efecto como en otros muchos colegios.

- ¿Aquí no hay elfos domésticos pa servir la cena? – Preguntó Gerardo decepcionado
- Por Dios Gerardo que cosas tienes, me parece que has visto muchas películas de la Disney y has leído muchos cuentos, los elfos domésticos no existen y de paso te diré que tampoco existen los gnomos, las hadas, los fruitis, ni los diminutos. Eres ya algo mayor para creer en esas tonterías – Herminia que era un poco mari sabihondilla paró de hablar por un momento pues una camarera acababa de pasar junto a ella y llevaba casi una hora sin comer – Yo querré de primero sopa de Gamusino, de segundo Estofado de Unicornio y de postre flan de huevo de Basilisco; pues eso Gerardo, como te iba diciendo, ya estas un poco mayorcito para creerte esas paparruchadas

En el ala Oeste de Hogwarts, concretamente en la segunda planta, se encontraban las dependencias de los miembros de la casa “Gimeno”, se podría decir que eran austeras porque aparte de los cuartos en los que apenas había unas literas que chirriaban con el más mínimo roce, una mesilla y un armario a compartir, solo disponían de una sala común con unas cuantas sillas y sofás, una vieja chimenea y unos cuantos pupitres donde poder hacer los deberes, eso si, todo adornado con cuadros de los todo a cien y un elegante gotelé en las paredes, además había un baño para las chicas y otro para los chicos, el de las chicas limpio como los chorros del oro, con su perfume de aroma a lavanda, su papelera para las cosicas higiénicas, el papel de culo puesto en su sitio y un enorme espejo rodeado de focos; el baño de los chicos era bien distinto, algo parecido a la sede de las Asociación “Síndrome de Diógenes”
A Gerardo le tocó compartir cuarto con Ro Ro y ambos se alegraron mucho puesto que ya se conocían del viaje y se habían caído muy bien.
El día había sido muy largo así que en cuanto termino la cena, Gerardo y Ro Ro se dirigieron a su cuarto. Ro Ro se pidió la litera de abajo puesto que tenía algo de vértigo según dijo desde el día que se cayó de cabeza al intentar escalar un maldroño.
Ro Ro deshizo la maleta y ordenó sus pertenencias, se lavó los dientes, adecentó su cama y se puso un pijama de franela con dibujos de Globos y Zeppelines que le iba bastante prieto y bastante corto por lo que se le salían las carnes por todos los lados, según dijo, fue el regalo de sus padres para su comunión, por último rezó el “Jesusito de mi vida” mientras se cortaba las uñas de los pies y, tras dar las buenas noches, se metió a su cama y automáticamente comenzó a roncar como una vieja. Gerardo, por su parte, vacío el contenido de su maleta en el armario, se enjuagó la boca y se quedó en calzones que es como dormía habitualmente, después se tumbó en la cama de arriba dispuesto a descansar.
Pasaron los minutos sin que Gerardo consiguiera dormirse, en parte no le dejaban los ronquidos de su amigo pero tampoco podía dejar de darle vueltas a la cabeza, comenzaba a comprender que iba a tener que espabilarse y mucho en aquel lugar pues allí no iba a contar con la ayuda de su abuela para cortarle la carne, limpiarle el culo, arroparle por las noches o atarle los cordones de las chirucas, entre otras cosas.
Al final, para relajarse, decidió hacerse la primera manolilla de inauguración del curso escolar pensando que iba a ser la mejor de las ayudas contra el insomnio.
Chof, chof, chof, chof…
Ro Ro, se despertó sobresaltado, encendió la lámpara de la mesilla, se levantó de la cama y buscó hasta dar con el lugar de procedencia de aquel ruido tan extraño y, cual fue su sorpresa al encontrarse a su nuevo amigo pelándose el mango sin ningún pudor.

- Madre del amor hermoso y Dios celestial, ¿Pero que estas haciendo con eso Gerardo?
- Solo me estaba haciendo una manolilla
- Dios mío que barbarie, ¿No sabes que eso es pecado, que te van a salir mil millones de granos rellenos de pus venenoso, que vas a intimar con el diablo, y que te puedes quedar ciego como un topillo silvestre? Hay Dios mío, ahora entiendo semejantes gafas de culo vaso y semejante grano palillero que llevas en toda la napia. Estás endemoniao, ¡Lejos Satanas! ¡Made retro! En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. Fuchi… Vais, vais…

Gerardo se quedó paralizado ante semejantes acusaciones y comenzó a llorar como una nena, no entendía como aquel jovenzazo que parecía tan majo y tan sencillo podía estar hablándole de esa manera tan desagradable. Guardó el cacharrillo en su sitio, se bajó de la litera, enganchó su camiseta de “naranjito”, sus pantalones y sus chirucas y salió corriendo de la habitación para poder estar solo y recuperarse del enorme disgusto.
Consiguió salir del colegio sin que nadie lo viera y en el exterior se encontró con que la temperatura era menor de lo que esperaba lo cual, en parte, le vino muy bien para calmar sus nervios tan perjudicados en ese momento. Anduvo unos minutos por los alrededores del colegio llenando sus pulmones de aire fresco y cuando por fin se encontró algo mejor decidió volver a su habitación, pero justo cuando iba a entrar por la puerta principal escuchó unas voces que se aproximaban hacia donde se encontraba, como una flecha se escondió tras unos matorrales no con afán de espiar sino para que no lo viesen por allí pululando con el consiguiente riesgo de ganarse una reprimenda.
Aguantó la respiración y esperó a que las dos figuras que se asomaban por la puerta mientras mantenían una acalorada conversación se bañasen con la luz de la luna y revelasen su identidad.

V ¿Esto es Hogwarts, qué me estas contando?

Aquel viaje fue realmente agotador para Gerardo, no solo por la incomodidad que le provocaba la escasez de espacio, también por la lentitud del vehículo y por las pocas paradas que realizaba. Ro ro era uno de los pocos que lograba conciliar el sueño y cuando lo hacía apoyaba su enorme cabeza, similar a una calabaza, en el hombro de Gerardo logrando que este se le durmiera. Herminia, por su parte, cuando no estaba devorando un bocadillo o el contenido de uno de los numerosos taperwares de comida casera que le había preparado su madre, echaba la pota en las bolsas preparadas para tal efecto pues como ella mismo había confesado, era bulímica declarada. El único que no daba ningún mal era Bartolo que parecía una planta quietecico en su sitio, sonriendo al cielo y sorbiéndose los mocos.
Gerardo pasaba la mayor parte del tiempo observando el maravilloso paisaje a través de las ventanillas, los campos, los pueblos, las montañas y los ríos, todo le parecía precioso; pero sin ninguna duda, lo más impresionante de todo fue ver aquel maravilloso castillo cuya planta se adaptaba al cerro sobre el que se levantaba. Enormes torreones apuntaban hacia lo más alto y casi alcanzaban la bóveda celeste, el edificio que impresionaba por su grandiosidad, estaba rodeado por un foso con puente levadizo por lo que su belleza era inquebrantable.

- ¡Ay dio mío! – Gritó Gerardo - ¿Habéis visto, es Hogwarts?
- Pero que dices atontolinado si eso es el Alcázar de Segovia – Dijo Herminia decepcionada.
- ¿Lo que?
- Que eso no es Hogwarts que todavía nos queda un rato majo.

Gerardo había estado más que convencido de que Hogwarts sería como el maravilloso castillo donde se desarrollaba la mayor parte de su novela favorita, suntuoso y acogedor, mágico y ante todo único, por eso quedo algo decepcionado cuando vio por primera vez aquella escuela donde iba a estar internado durante un largo periodo de tiempo, que aparte de estar a tomar por culo de lejos y perdida de la mano de Dios, era un vulgar chamizo en comparación con el Hogwarts de los libros de la Rowling.

Tratose de un vulgar y antiguo caserón de grandes proporciones situado en lo alto de una colina y rodeado de un frondoso bosque que lo ocultaba de los curiosos y de cualquiera porque a nadie se le habría perdido nada por aquellos andurriales.
Para llegar hasta allí, se habían visto obligados a bajarse del bus a media hora de camino del colegio y caminar por una senda secreta que atravesaba el bosque portando todas sus pertenencias mientras esquivaban cagadillas de oveja y espinosos zarzales, por lo que llegaron más que cansados y magullados.
Aquellos niños que ya tenían familia estudiando en aquel colegio eran conscientes de lo que se iban a encontrar, pero otros muchos, como Gerardo, no pudieron más que romper a llorar decepcionados y clamar al cielo. – ¡Vaya puta mierda de sitio! - ¿Qué asco de lugar es este? - ¡Madre mía, madre mía, madre mía, pa qué, pa qué!

Sobre la enorme puerta principal, esculpido en la piedra, un texto rezaba lo siguiente:

Draco dormiens nunquam titillandus, gilipollum
(Nunca hagas cosquillas a un dragón que duerme, gilipollas)

Nadie le encontró ningún sentido a este lema, pero tampoco se lo encontraron al original del libro de la Rowling así que a joderse todo el mundo.

Después de deshacerse de sus pertenencias, se reunieron en el pequeño salón de actos donde iba a dar comienzo la ceremonia de inicio de curso.
Una vez todo el mundo estuvo sentado frente al escenario, un gran número de profesores entre los que destacaba el director “Abelardo Donbenito” por su edad, altura y por su larga barba blanca, tomaron asiento.
Entonces comenzó a sonar una grabación de mala calidad del himno de Hogwarts cuya letra no conocía ni el apuntador.


Si la magia te acompaña a ti
Y el amor por lo paranormal
Ven a Hogwarts niño a estudiar
Pocas veces te arrepentirás

A cuatro casas puedes ir
Gracias al sombrero seleccionador
“Gimeno”, “Romina”, “Josefina”
Y también “Esmirriadin”

El puto guiri que antaño la fundo
Jamás se pudo imaginar
Que un día Hogwarts se convertiría
En la más grande y mejor



El director Donbenito colocó las hojas que contenían su discurso en el atril y comenzó a leer su discurso de bienvenida, todo el mundo guardo silencio y muchos cerraron los ojos confiando dormir un ratico pues el director se había ganado la fama de “Cansino” y sus discursos eran casi tan horribles como los del rey “Juan Carlos I” por Navidad.

- Es un verdadero placer, un auténtico goce, una gran satisfacción, toda una delicia, un agrado y un alborozo poder darles la bienvenida un año más a esta escuela a unos jovencitos y jovencitas tan guapos, bellos, tan hermosos y tan maravillosos y espero sinceramente que vuestra estancia sea de lo más agradable y os sirva para convertiros en un futuro no muy lejano en unos magos de prestigio como el gran “Juan Tamariz” el inigualable “Harry Houdini” el gran “David Copperfield”, “Jean Eugène Robert-Houdin”, “Doug Henning” o mi primo Joselín el del pueblo. Tengo el presentimiento de que este curso va a ser uno de los mejores en nuestra corta, breve y efímera historia, parte de culpa la tendrán los nuevos profesores con los que Hogwarts va a contar en este nuevo curso, el profesor Haris que va a impartir la asignatura de “Cuidado de los animales”, la profesora “Nube de María” que impartirá la asignatura de “Astrología” y el profesor “Severo Ñapo” que hasta el pasado curso había impartido la asignatura de “Pociones” y que este año también impartirá “Defensa contra la magia negra”, además contaremos con nuestros profesores habituales que un año más nos honran con su presencia y absoluta dedicación. Sin más preámbulos ni más dilaciones, sin demora ni tardanza, retraso o aplazamiento vamos a dar comienzo a la ceremonia del “Sombrero seleccionador” .Les recuerdo que estaré a su entera disposición en mi despacho niños y niñas y os ruego, incluso suplico, que no dudéis en venir a verme, se os compensará con golosinas y demás vicios mundanos. Grrrrrrrrr.

*Nota: Con motivo del rollo que ha metido este personaje tan cansino me veo obligado a cortar este capítulo aquí antes de que me cojáis asco y dejéis de leer a Gerardo que no tiene culpa de nada. Continuaré en el siguiente capítulo “El Sombrero seleccionador”

IV El estrecho a Hogwarts

Lo primero que hicieron en la Calleja de la vieja, fue acudir a la “Caja de ahorros para magos y monte de piedad” donde esperaron a que el señor banquero que atendía en ventanilla les hiciese entrega del dinero de la cuenta que había creado la difunta madre de Gerardo con el fin de que su hijo pudiese iniciar algún día sus estudios de magia y hechicería.
Cuando lo hizo, entregándoles un pequeño sobre, Gerardo extrajo el dinero que había en su interior, sacando únicamente un billete, eso sí, de cincuenta Euracos.

- Madre mía que de perras – Gritó Gerardo que jamás había visto tanto dinero junto.
- ¡Sería agarrada la puta de ella! – Gritó indignado Haris por tal decepción
- Prosti – dijo Gerardo – era solo un poco prosti.
- Gerardo, cariño, con este dinero no hay ni para empezar.

Efectivamente, como había predicho Haris, con ese dinero apenas podían hacer frente a las compras del material escolar necesario para poder comenzar el curso por lo que se las tuvieron que apañar como pudieron haciendo una serie de improvisaciones.
En lugar de una paloma mensajera (necesaria en Hogwarts porque allí no había ni cobertura para mandar sms´s ni llegaba el cable de banda ancha) tuvieron que comprar un viejo palomo cojo y tuerto que todavía podía volar; en lugar de un conejito blanco, necesario para muchos de los números de magia, compraron una cobaya pocha que tenía mucho pelo blanquito y daba el pego si la luz era escasa; en lugar de una varita de categoría y el resto de herramientas mágicas, consiguieron, tras un duro regateo, el juego “Magia borras” de segunda mano en el que venía una varita de plástico muy maja y un gran número de cacharros de lo más extraño y así, hasta conseguir comprar todo lo necesario para poder ir tirando al menos de momento.
Les costó tanto conseguir todas esas cosas, que cuando regresaron al Hostal donde se hospedaban, estaban totalmente abatidos y aquella noche si que consiguieron dormir los dos a pierna suelta y menos mal, porque como había dicho Haris, debían de conseguir descansar porque al día siguiente, cogerían el “Estrecho a Hogwarts” que, tras un par de días de viaje realmente incómodos, les trasladaría hasta la prestigiosa escuela que estaba a tomar por el culo de lejos y perdida de la mano de Dios.

Al día siguiente, al llegar a la estación, Gerardo comprobó que tan solo había un vehículo, se trataba de un pequeño y antiguo autobús escolar en el que no paraban de subir y bajar gente, la mayoría niños, mientras un gran número de familiares esperaban abajo a que partiera el bus.
Haris se internó entre el gentío hasta alcanzar el portaequipajes donde pudo colocar sus pertenencias y las de Gerardo, a continuación subió al autobús mientras Gerardo lo seguía. Una vez dentro, Gerardo se percató de lo realmente pequeño que era el autobús, un estrecho y corto pasillo por el que no se podía avanzar más que haciéndolo de lado y a ambos lados de este, un par de filas de dos asientos de cuero desgastado los cuales estaban ocupados por una multitud de niños apretados los unos contra los otros llegando a estar sentados en cada asiento dos, incluso tres niños.

- ¿Entiendes ahora por que le llaman estrecho a Hogwarts? – Le preguntó Haris a Gerardo.
- No Willow, pero esto está mu lleno
- Anda, siéntate en está fila mismamente, que no está tan llena como las demás – Le dijo Haris mientras le indicaba un par de asientos que estaban ocupados por tres niños algo raritos.

Gerardo se fijo en los tres mozalbetes que había allí sentados, el primero de ellos era un niño realmente gordo que tenía la piel cubierta de pecas y el pelo pelirrojo, parecía una albondiguilla caducada, junto a él había una niña muy delgada con una larga melena y no muy guapa de cara que, en ese preciso momento, se encontraba devorando un gran bocadillo de panceta del que caían chorretones de aceite, y por último, con la jeta apretada contra el cristal, había un niño algo gordito con cara de batracio al que le colgaba un hilillo de moco de su enorme nariz y que parecía algo lento, como Gerardo.
Gerardo se metió como pudo hasta quedar entre el niño pelirrojo y la niña del bocadillo e insertó su pandero hasta que consiguió tener una de las nalgas bien incrustada.
Después decidió dar comienzo a las presentaciones pues si algo le habían enseñado las prostitutas del barrio era que había que ser sociable en esta puta vida.

- Soy Gerardo Putas pa servirles – Dijo mientras dedicaba a cada uno de los niños una sonrisa de oreja a oreja.
- Yo soy Roberto Rodríguez, pero me puedes llamar Ro Ro – Dijo el niño pelirrojo a la vez que le estrechaba una pequeña y regordeta mano pringosa de sudor.
- Do zoy Herminia – Dijo la niña delgada con la boca llena de comida a dos carrillos sin soltar el bocata.

El tercer niño volvió su rostro moqueado hacia ellos, sonriendo y trató de decir algo – Ammmmmmm, ja, ja, ja – por supuesto, no le entendieron pero se percataron de que en el bolsillo de la camisa llevaba bordado su supuesto nombre “Bartolo Botón”

Mientras ellos se presentaban, un chico rubiales unos años mayor que ellos que vestía atuendo de nazi y al que acompañaban dos enormes lacayos, pasaba fila por fila del autobús intimidando a todos los estudiantes.
En ese momento, llegó justamente hasta donde ellos se encontraban y mientras los observaba me arriba abajo con cara de asco, comenzó a hacerles preguntas.

- ¿Alguno de vosotros es judío? – preguntó.
- No – Respondieron todos al unísono menos Bartolo que tan solo sonreía.
- ¿Alguno es negro tizón, moro mierda, chuchumeco o chino mandarino? – continuó.
- No – Respondieron.
- ¿Y retrasado, alguno de vosotros es retrasado?

Entonces Gerardo, que no sabía mentir, levantó la mano y habló.

- Yo un poquito, y este de aquí del moco colgando, creo que también, ¿por?

El chico chungo acercó su cara a la de Gerardo mientras gruñía como un perro rabioso y agarró de repente el cuello de la camiseta de “Naranjito”.

- Me quedao con tu cara jodido tonto, y con la del mocazos también, sus voy a hacer la vida imposible, y a ti también – dijo mientras volvía su rostro hacia Ro Ro – que tienes pintas de ser un Rodríguez con ese pelo zanahorio, y ya sois muchos en Hogwarts, que parecéis ratas joder.

El chico chungo empujó a Gerardo contra el asiento y continuó avanzando por el pasillo intimidando al resto de niños.

- Que miedo, me meao encima – Dijo Gerardo.
- No me extraña, es que es Draculo Malfollao “El Nazi”, es malo remalo y encima repetidor reincidente. Ya me han advertido mis diecisiete hermanos que estudian en Hogwarts que tuviese cuidado de no acercarme a él.

III La Calleja de la vieja

Después de un largo trayecto en la minúscula moto de Haris bajo la intensa lluvia, llegaron empapados a su lugar de destino. Se trataba de un pequeño y austero Hostal situado el mismo centro de la ciudad, donde la agradable mujer que regentaba el negocio les trató muy hospitalariamente ofreciéndoles toallas para secarse, leche caliente y una pequeña pero cómoda habitación en la que pudieron encontrar dos camas que no tardaron en estrenar.
Gerardo apenas pudo dormir porque no hacía más que darle vueltas a la cabeza, incluso perdonó la manolilla de cada noche; Haris, por su parte, durmió como un tronco y roncó durante toda la noche.
A la mañana siguiente, Haris se despertó muy contento, comenzó a cantar los grandes éxitos de “Camela” a voz en grito como si no hubiese más gente hospedada en aquel hostal mientras se vestía nuevamente con aquella vieja chaqueta de mujer bajo la que guardaba sus innumerables pertenencias. A Gerardo le llamó la atención que de entre las posesiones de Haris que pudo ver (una barra de pan duro, una armónica, un abanico, un micrófono, un bolígrafo de los gordos con doce colores, una flauta, una regla) no hubiese una varita pero sí una gran variedad de objetos estrechos y alargados.

- ¿Has descansado, muchacho? – Le preguntó Haris mientras recogía.
- No Willow, estaba preocupado.
- Es normal, anoche sucedieron muchas cosas que han cambiado en parte tu vida
- No es eso, es que me se olvidó sacar la basura y mi agüelo tiene mu mala folla.
- Eso no debe preocuparte ahora Gerardo, además tienes que descansar porque pronto dará comienzo el nuevo curso en Hogwarts y debemos de estar preparados para entonces. ¿Sabes que es lo que vamos a hacer hoy?
- ¿Volar en escoba? – preguntó Gerardo emocionado
- No, hoy…
- ¿Viajar en tren chu chu pa Hogwarts? – le interrumpió Gerardo
- No, va…
- ¿Montar en grifo? ¿Dar de comer a los gusarapos? ¿Desgnomizar un jardin?...

Haris, más que molesto por tanta interrupción, se aproximó a Gerardo y, de un salto, le arreó tal colleja que a pocas le saca las amígdalas de la boca.

- Me cago en la madre que te parió ¿Te quieres callar, cansino, y dejar hablar a los mayores? Escucha, hoy vamos a ir a un sitio muy especial, donde conseguiremos algo de dinero y donde podremos comprar el material necesario para que puedas comenzar tus estudios de magia.
- ¡Chachi guachi!, ¿podré comprar una varita?
- Claro que si, con el dinero que dispongamos podrás comprar una varita y muchas cosas más.
- ¿Oye, y tú por qué no llevas varita?

La pregunta pilló por sorpresa a Haris y su rostro palideció de repente.

- Hace mucho tiempo, cometí un terrible error y me quitaron el privilegio de poder participar en espectáculos de magia y de poder volver a llevar varita (mientras Haris hablaba, su mente recreaba aquel trágico suceso. Tiempo atrás, en un pequeño pueblo de provincias, durante el descanso de una actuación, un vecino del lugar fue testigo accidental de cómo Haris copulaba con una cabrita y de como mientras insertaba su varita en un sitio poco ortodoxo, un escándalo tal que jamás ha sido olvidado en aquel pueblo) ahora, al menos, tengo la suerte de poder dar clases en un Colegio donde se enseña magia y hechicería; y aunque no tengo permitido el uso de varita u objetos similares dentro del recinto, puedo estar con mis queridos, bellos y encantadores animales puesto que soy profesor de “Cuidado de los animales”. ¿Entiendes ahora porque no porto varita?
- Perdona Willow, no te estaba escuchando, he pescao una araña de encima de tu cama y estaba arrancándole las patas pa jodela.

Gerardo, pensando en que si iban a salir de compras haría bien en arreglarse un poco, eligió su mejor camiseta “La de Naranjito”, también se calzó sus chirucas de la suerte, que aunque apestaran a cabrales y le fueran tres tallas pequeñas, le parecían muy guapas para llevarlas con el chándal de táctel verde y rosa, estilo “yonki en las últimas” que su abuela se había encontrado en un contenedor meses atrás.
Al poco de desayunar, los dos nuevos amigos marcharon hacia el lugar donde se suponía iban a hacer sus compras. A menos de diez minutos del Hostal, en el medio de una estrecha calle por la que nadie se molestaría en pasar a no ser que quisiera comprar algo de farlopa o contratar los servicios de alguna prostituta, dieron con una pequeña parcela en la que había una pequeña casa, que aunque estaba en un estado pésimo, parecía estar habitada.
Haris, hizo sonar el timbre de la puerta y esperó respuesta hasta que oyeron un grito que provenía del interior de la casa - ¡Pasen, esta abierto!
Haris abrió la puerta y se internó en la vivienda, mientras Gerardo lo seguía.
Anduvieron por un estrecho pasillo en el que ambos lados había varias puertas cerradas, mientras lo seguían se cruzaron con algunas personas que venían en dirección contraria y que ni siquiera les saludaron. Llegaron a un pequeño salón donde se encontraron con una anciana vestida de luto que hacía ganchillo tranquilamente sentada en una vieja butaca. La señora, levantó la mirada en cuanto les oyó llegar y se quedó observándoles durante unos instantes, mientras sus manos continuaban haciendo ganchillo hábilmente, creando lo que parecía ser un jersey “rosa chicle” excesivamente grande que no se pondría nadie en su sano juicio.

- ¿Contraseña? – Preguntó la señora de repente.
- A comprar vengo, por eso me detengo – Contestó Haris.
- Pueden pasar – Dijo la señora mientras retomaba la tarea.

Haris avanzó por el salón hasta dar con una pequeña puerta que conducía a un patio trasero lleno de macetas con flores de todos los tipos y colores e infestado de moscardas gordas como elefantes. Al fondo, un muro cubierto de enredaderas cerraba el recinto, en medio de este, había una gran puerta metálica de color verde, semejante a la de un corral, a la que se aproximaron.
Al llegar frente a la misteriosa puerta, Haris se detuvo y se dirigió a Gerardo.

- Bienvenido a la “Calleja de la vieja” el lugar que todo verdadero mago debería conocer

Nada más decir estas palabras, Haris abrió la puerta mostrándole a Gerardo el misterio que ocultaba al otro lado. Se trataba de un estrecho y alargado callejón de suelo adoquinado, en el que se amontonaban numerosos puestos de rastrillo y pequeños locales con escaparates y llamativos carteles con nombres estrambóticos. El lugar estaba atestado de gente de todas las clases que o bien vendían artículos de lo más extraño o bien hacían sus compras o paseaban por el lugar.
Gerardo, realmente sorprendido, se orinó encima de la emoción y no era la primera vez que esto le pasaba.

- Madre mía Willow – dijo Gerado - ¿Tas dao cuenta de lo que se parece esto a los libros de Harry Potter?
- Toma, no te jode – contestó Haris – como que la Rowling esa trabajo aquí un tiempo de joven como dependienta en el frutos secos “El Rincón” que hay a mitad de calle. La vida es realmente sorprende muchacho.

II La misteriosa sombra que se precipitó sobre la caravana

La decisión de su abuelo había dejado a Gerardo totalmente abatido pero no había supuesto la abdicación de sus ideas, renunciar a sus sueños.
Al día siguiente, no se molestó en abrir la boca ni durante el desayuno ni durante la comida, pero eso no pareció preocupar a sus abuelos ni lo más mínimo, que siguieron con su vida como si no hubiese ocurrido nada de importancia.
Desde que su madre fuera asesinada, habían pasado seis meses desde entonces, Gerardo había tenido que convivir a solas con sus abuelos, sin nadie que le defendiera de su abuelo que tenía muy mal carácter. Había sido una época gris que tras la lectura de aquella carta, el día anterior, parecía haberse esfumado, al menos durante unos segundos.
Gerardo era consciente de que lejos de aquella “casa rodante” podría volver a ser feliz.

El calor sofocante propio de aquellos días de verano y en especial de aquel mes de septiembre que estaba siendo anormalmente tórrido, precedió a una gran tormenta, los truenos, relámpagos, vientos y la fuerte lluvia, hicieron que tuviera que permanecer encerrado en la caravana durante toda la tarde y la noche en compañía de sus abuelos.
Durante la cena, en la que no probó bocado alguno de las sobras del guiso de paloma, decidieron dejar la puerta de la caravana abierta para que se refrescara el interior de la misma y así poder dormir.
Desde donde estaba sentado, Gerardo podía observar las enormes gotas de lluvia al trasluz de la farola que había a escasos metros de la entrada del descampado en el que se amontonaban un gran número de caravanas.
Antes de que sus abuelos hubiesen terminado de engullir todos los alimentos que había sobre la mesa, Gerardo observó atónito como una sombra de la noche comenzaba a proyectarse al interceptar la luz de la farola y poco a poco, invadía el suelo anegado del descampado mientras tomaba una extraña forma humana de largos brazos y largas piernas, una sombra asombrosamente grande, como si se tratase de la proyección de un gigante o de una estatua colosal. La sombra se abalanzó sobre la caravana y Gerardo no pudo contener un grito de maricona que hizo que sus abuelos se percatasen de la gran oscuridad que se precipitaba sobre ellos.
Entonces, la sombra que se había proyectado en la misma entrada de la caravana, se comprimió sobre si misma dando paso a una forma más pequeña y esta a su vez, a un ser real, de carne y hueso, que sin permiso alguno se introdujo en la caravana. El extraño, trato ser, un hombre enano, rechoncho y barbudo que vestía una vieja y deshilachada chaqueta de mujer que le tapaba hasta los pies.

- ¿Es aquí donde reside el niño que responde al nombre de Gerardo Putas? – Preguntó el enano con una voz potente como de barítono.
- ¿Y quien lo pregunta? – Dijo su abuelo una vez recuperado del susto que había estado a punto de costarle un nuevo infarto a su larga lista.
- Mi nombre es Haris, soy profesor del Colegio Hogwarts e intimo amigo de la difunta madre de Gerardo, que Dios la acoja entre sus brazos; he venido a buscarlo para acompañarle a Hogwarts donde no tardando mucho, dará comienzo el nuevo curso escolar.
- ¡Oh dio mío, es un pek! – Le interrumpió Gerardo totalmente recuperado de su excitación que casi le provoca un ataque de asma.
- No, no soy un pek muchacho. Soy un hombre que ha desarrollado una estatura inferior a la media por padecer enanismo. Ahora dime pequeño, ¿eres tú Gerardo Putas?
- Si, soy yo Willow.
- Mmmmmmm, si, todo parece indicar que eres un poco disminuido. Escucha, Gerardo, prepara tus cosas, si tu quieres, nos vamos esta misma noche.

El abuelo de Gerardo se levantó de su asiento cuan grande era y se dirigió hacia Haris hasta quedar en frente suyo, Haris no le llegaba ni a la cintura.

- Cucha, enano de circo, no vas a llevarte a mi nieto porque no pienso consentirlo, tendrás que pasar por encima de mi cadáver y me paece que pa eso tendrías que escalar un poco.

Haris, sin modificar la relajada expresión de su rostro, se introdujo la mano bajo la chaqueta y rebuscó hasta dar con lo que estaba buscando, entonces, una pícara sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.

- Agüelo, será mejor que sa parte que va sacar la varita de poder – Dijo Gerardo.

Haris extrajo de su chaqueta un extraño objeto de plástico oscuro que inmediatamente acercó a la cadera del abuelo Virgilio, entonces, el objeto liberó una descarga eléctrica de tal intensidad, que paralizó al anciano por completo, tras esto, el cuerpo del abuelo cayó al suelo de la caravana a peso mierda echando espumarajos por la boca y sufriendo espasmos esporádicos. Mientras lo observaba, Haris guardo el arma de defensa bajo su chaqueta.
La abuela de Gerardo se levantó de inmediato de su sitio, mientras gritaba como una posesa y se aproximaba hacia Haris con un cuchillo de los que usaba para cortarles la cabeza a los pollos. Haris, una vez se hubo percatado del nuevo peligro, se desabotonó la chaqueta de arriba abajo, logrando que un montón de objetos dispares cayesen al suelo, desde patitos de goma hasta un frasco de mecromina y un walkman de los viejos, entre otras cosas; pero en último lugar y eclipsando a todo lo demás, un desproporcionado órgano genital masculino cayó por su propio peso hacia delante hasta golpear el suelo, provocando mucho ruido y astillando la madera. La visión de ese gran pedazo de carne semejante a una pitón que se acaba de comer a una familia de batracios, hizo que la abuela perdiese totalmente los nervios y se escondiera, muerta de miedo, en la única habitación de la caravana, cerrándose desde dentro con pestillo.
Gerardo se quedó perplejo ante tal prodigio de la naturaleza, sin saber que hacer ni que decir, él la tenía bastante larga y gordota pero ni de lejos, tanto como aquella.
Mientras Haris devolvía todos sus objetos, verga incluida, al interior de la chaqueta, se dirigió a Gerardo con palabras cariñosas.

- Escucha muchacho, si todavía quieres seguir viniendo a estudiar a Hogwarts, prepara tus cosas y vente conmigo, ¿Tienes alguna pregunta que hacerme antes de decidirte?

Gerardo se quedó pensativo durante un importante espacio de tiempo mientras el mecanismo de su cerebro trabajaba sin pausa. Haris, mientras Gerardo pensaba, recogió todas sus pertenencias del suelo, arrastró al abuelo Virgilio hasta el sofá y lo acomodó, se sirvió un café de entre los restos de la cena que había sobre la mesa del comedor y descansó durante un rato.

- Si – dijo Gerardo de repente, cuando Haris estaba medio dormido- tengo una pregunta importante pa ti Willow, ¿eres tú mi padre?
- Lo primero Gerardo, no me llamo Willow, ¿vale?, me llamo Haris, Willow es el personaje de una película de ficción y no todos los que sufrimos enanismo nos tenemos que llamar igual que él. Lo segundo, yo no soy tu padre, porque tu madre Gerardo, tan solo me comía el Nardo. Algún día descubrirás la verdad por ti mismo. Ahora, recoge tus cosas y enfréntate a tu destino con valentía.

I Un estruendo interrumpe la manolilla

Chof, chof, chof, chof…
Gerardo se estaba haciendo una manolilla plácidamente tumbado en el pequeño sofá de la caravana cuando de repente, un gran estruendo captó toda su atención. Inmediatamente y tras regresar el manubrio a su sitio, se incorporó y alcanzó el interruptor de la lámpara, ya con la luz encendida pudo localizar sus gafas de culo vaso y ponérselas, entonces, de un rápido vistazo, comprobó que en el interior de la caravana no había ninguna anomalía así que decidió asomarse al exterior. Al igual que él, sus abuelos habían interrumpido el acto sexual alarmados y habían salido corriendo de la única habitación, su abuelo, en calzoncillos y parecido a un espantapájaros, llevaba consigo su vieja escopeta de perdigones, tras él iba su abuela, con su camisón puesto del revés y su larga melena blanca suelta, los dos juntos sumaban más de siglo y medio pero eso no impedía que no pudieran proteger su hogar.

- ¿Qué ha sio ese ruido, jovencito? – Le preguntó su abuelo mientras él abría la pequeña puerta de la caravana y asomaba sus enormes gafas al exterior.

En el suelo embarrado, frente a la ventana de la caravana, había una paloma vieja y despeluchada con un gran número de plumas sueltas a su alrededor, todo parecía indicar que ella había sido la causante de semejante estruendo. Gerardo se fijo de que en una de sus patas había un pequeño rollo de papel, atado con un cordel.
Salió de la caravana y se acercó para poder ver un poco mejor, sus gafas eran algo viejas, había perdido algo de vista desde que las compraran y para más inri, tenía astigmatismo.

- Es solo una paloma agüelo – Dijo.
Gerardo comprobó que el animal tan solo estaba algo aturdido, por lo que lo cogió con delicadeza y se la llevó a la caravana.
- Sa quedao tonta del golpe, la entro pa dentro
- Te dicho mil veces que no me gusta que metas bichos aquí dentro – Dijo su abuelo malhumorado
- Solo quiero comprobar que está bien y de paso, mirar qué diantres es eso que lleva atado a la pata.
- Déjale Virgilio – Añadió su abuela – quesa rata voladora nos vendrá maravilla pal guiso mañana.

Gerardo se acomodó en la pequeña mesa del salón – comedor, donde colocó la paloma, después desenrolló el pequeño papel que portaba y pudo ver que en el había escrito, en letra muy pequeña, un texto muy breve.

Querido Gerardo Putas, con motivo de su decimotercero cumpleaños, nos ponemos en contacto con usted para informarle de que ha sido admitido en el prestigioso colegio “Hogwarts” de magia y hechicería, donde podrá cursar sus estudios a partir de este nuevo curso. Le rogamos, tenga la amabilidad de presentarse el próximo día 15 de Septiembre en nuestro colegio, donde dará comienzo el nuevo curso escolar.

Reciba un cordial saludo del director: Abelardo Donbenito

Tras la lectura de dicho texto, Gerardo se mostró tan alegre como sorprendido, su mayor sueño comenzaba a hacerse realidad, le estaban ofreciendo la oportunidad de estudiar magia en una prestigiosa escuela, como en los libros de la Rowling que tanto le gustaban.
Su abuelo cogió el papel sin haber pedido permiso para hacerlo, y comenzó a leerlo con especial interés, conforme sus viejos y cansados ojos iban saltando de una línea a otra, en su cara llena de arrugas se iba formando una extraña y desagradable mueca.

- Ni hablar jovencito, no voy a permitir que pierdas el tiempo con estas estupideces
- Pero…
- Ni peros ni peras limoneras, ahora vuelve al catre que no hay na más que hablar.

Sus abuelos regresaron de inmediato a la cama dejándolo solo y desconsolado y retomaron sus juegos eróticos. Él, regresó al pequeño sofá sin ninguna gana de retomar la manolilla. Antes desprenderse de las gafas, echo un largo vistazo al poster que colgaba encima de su improvisada cama, se trataba de la imagen del gran mago “Tamariz”, su ídolo, aparecía sonriendo y mostraba en sus manos una preciosa baraja.
Gerardo, desde que tuviera uso de razón, había sentido fascinación por el misterioso mundo de la magia. Su madre, antes de morir víctima de la violencia machista, su chulo la había matado a martillazos, le había prometido que haría todo lo posible par a que su sueño se hiciera realidad, por eso, en esos momentos no tenía ninguna duda de que esa carta había llegado gracias a ella.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, Gerardo se sentía tan ofuscado que no pudo morderse la lengua por más tiempo.

- Agüelo, cucha, quiero estudiar el próximo curso en Hogwarts, no deseo otra cosa en este mundo, te lo juro por Tamariz.
- Míralo – Grito su abuelo señalándole con su huesudo dedo índice – habla igual que la puta nuestra hija que en paz descanse la mu guarra.
- Perdona – le interrumpió Gerardo enfadado - vale que mi madre fuera un poco prosti, pero no tiene porque llamarla así.
- Era más puta que las gallinas y más fea cun demonio; ya veo en que tonterías se gastaba los cuatro duros que dejaba que guardase pa ella, u te crees que tan mandao esa carta por lo guapo que eres atontolinao. Cucha, Aunque eres igual de feo que tu madre y algo lento, to hay que decirlo, podrías llegar a ser un hombre de provecho, trapero, limpiabotas, incluso afilador, como lo he sio yo durante tantísimos años, y me vienes con que quieres ser un prestidigitador, amos hombre, habrase visto. Escucha bien con esas urejillas de ratón disminuido cas sacao: Jamás dejaré que lo hagas y no hay na más que hablar.

Ante la contundencia de las palabras que acababa de escupir su abuelo por esa bocaza llena de dientes postizos, Gerardo se levantó de la mesa y salió corriendo de la caravana mientras lloraba como una nenaza.
Corrió cuan rápido le permitieron sus pies planos, dejando una estela de lágrimas cristalinas tras de sí y un buen hilo de mocazo sobre su rostro. Abandonó el solar donde se amontonaban un gran número de caravanas, cruzó el vertedero que colindaba con ellas y atravesó el parque abandonado donde unas cuantas prostitutas comenzaban ha hacer su turno de mañana.
Al cabo de un rato, agotado después de la carrera, se acurrucó junto al lecho de un pequeño río donde se acumulaba un gran número de basura y donde solía esconderse cuando necesitaba estar solo, y continuó con su lamento y deseando, con todas sus fuerzas, que nada ni nadie impidiera que su sueño se hiciese realidad.

Gerardo Putas escribe una carta a la Rowling

Querida señorita (o señora) Roulin (la del Harry Potter). Me llamo Gerardo Putas, pa srvirle, le escrivo pa pedirle que por favor no nos denuncie por plajio (creo que se dice asi) porque dinero, lo que es dinero mucho no tenemos ni en moneda ni en billetes. Yo lo poco que me dejo mi madre que esta muerta y hera un poco prosi, me lo e gastado todo en material escolar pa empezar las clase (me comprao tanvien una paloma chico y una covalla mu maja), y javiklleja que el que escrive esta puta mierda pues tanvien ba mu mal de perras mallormente por la ipoteca ¿save usted? y encima esta crisis tan mala que dice mi agüelo que es por culpa de Zapalerdo (es el alcalde de españa por si no saves mucho de violojia)
Tanvien decirle soi superhipermegafan de sus libros aunque mi agüela y el papa digan que es una mala influencia y que es una adoradora del diablo y no se que mas cosas todas mu malas pero que a mi no me importa, y me ago muchas manolillas pensando en Hermione, Luna Glovbud, ParbatiPatil, Labender Brownie, Jinni, Macgonagall y una vez con Neville pero no bale porque estava griposo.
Si no es mucho pedir, me podria mandar una foto sulla de usted (sus hijos no ace falta) firmada con su nombre pa ponermela al lado de la que tengo de Tamariz que me mola un poco mas que usted pero un poquito solo ??

Muchos vesos de mi