NO RECOMENDADO A MENORES DE 13 AÑOS (Bueno, mejor 18, vamos a curarnos en salud)


Advertencia: Las historias aquí descritas pueden herir su sensibilidad y causar traumas irreversibles

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XII ¡¡Corre, Gerardo corre!!

Alguien dio la voz de alarma y todo el mundo, profesores y alumnos, sin contar al pobre Ro Ro que estaba convaleciente y a Haris que desde su chamizo y entretenido como estaba con la puerca, no se enteraba de nada, salieron a ver qué diantres pasaba. La mayoría iba en pijama, camisón o calzones.
El bedel se encontraba junto al cadáver del director Abelardo Donbenito y un montón de curiosos ya se situaban a su alrededor a cotillear como si fuesen viejos en una obra. Estaban todos tan distraídos que nadie reparó en la mantica a cuadros con gafas que espiaba entre la multitud.
El nuevo profesor de pociones que era un poco Bartolo, se acercó al cadáver y le tomó el pulso mientras se miraba el reloj, la gente lo miraba anonadada – Está muerto, les aseguró.


 - ¿Es obvio, no? - Dijo el profesor Severo Ñapo


Y no había porque dudarlo, el cadáver del director tenía el cuello regirao como el de un pollo antes de ir a la cazuela, el pecho en el suelo y la cabeza mirando a las estrellas, aparte, tenía el cráneo abierto de par en par y los sesos estaban esparcidos por el suelo, los brazos estaban retorcidos como un nudo marinero y, para más inri, faltaba la parte inferior del tronco, como estaba oscuro nadie se dio cuenta de que se había quedado enganchada en la vaya de forja que rodeaba el recinto.


 - Lo han asesinado – Prosiguió Severo
 - ¿Y cómo sabemos que no ha sido usted, profesor? - Preguntó la profesora McGonagiu
 - ¿Por qué motivo iba a hacer una cosa así?
 - Por todos es sabido que siempre ha ansiado el puesto de director


Gerardo se lo estaba pasando pipa viendo discutir a los profes, por un momento, hasta se había olvidao de lo que había pasado minutos antes en el despacho del director.


 - Me ofende usted profesora McGonagiu, no me voy a olvidar de esta calumnia fácilmente, se lo aseguro. Sepa usted que he estado toda la noche chateando con una señorita, y para eso está el historial en internet, puedo demostrarlo. ¿Quien dice que no ha sido usted su asesina?
 - ¿Yo? ¡Habráse visto! Siempre he mostrado un gran respeto para con nuestro querido director. Aparte, yo no he podido ser porque no he salido de mi habitación en toda la noche.
 - Yo vi algo – Les interrumpió la profesora Nube de María – Hará unas horas alguien, oculto bajo una manta se dirigía hasta el despacho del director, creo que es el sospechoso


De pronto, un montón de miradas acusadoras se posaron en la mantica a cuadros con gafas bajo la que se dejaban ver un par de chirucas del 38. Gerardo tardó un poco en caer en la cuenta de lo que pasaba, el encantamiento de la capa invisibilidad habría desaparecido junto con el alma de Dumbledore, o a saber. En cuanto se percató de que más de uno lo señalaba como al culpable, echó un gritito de maricona y echó a a correr hacia el colegio.
Un montón de peña lo perseguía mientras gritaba un montón de improperios pero milagrosamente les sacaba algo de ventaja, sin saber cómo se había convertido en una especie de Forest Gump y corría que se las pelaba, pero al doblar una esquina acabó pisando su propia manta y cayendo de morros al suelo, de milagro no se le rompieron las gafas pero la manta se le enganchó con un banco madera y acabó tirada en medio de un pasillo, los pasos se oían cada vez más cerca así que se metió corriendo en una habitación.
Mientras, en el pasillo, aparecieron Herminia, Bartolo y otro chico miembro de la casa “Gimenez” que era negro como el carbón. - He encontrado algo – Dijo Herminia
Gerardo se llevó la mano al careto, la nariz le sangraba a causa del golpe y se había mezclao con el moquillo, sorbió un poco, la mezcla estaba rica. De pronto calló en que le faltaba algo¡Mierda, la capa invisibilidad! El regalo más mejor del mundo que le habían hecho.
Salió de su escondrijo y se dirigió hacia el grupito de tres. El negro se volvió hacia él, se parece al paje del rey Baltasar que había en el Primark las navidades pasadas pensó Gerardo.


 - ¿Has visto al asesino, chaval? - Le preguntó el chico de color
 - Dile al rey que sio bueno, que me traiga un coche de esos teledirigido y una pley


El negro lo miró como quien mira a un chimpancé del zoologico que está haciéndose una pajichuela.

Gerardo se percató de que Herminia había cogido su capa. Será mangui, pensó.


- Que eso es mío - Dijo mientras le arrancaba la mantica de las manos. Era un regalico pa él y nadie más.


Ofendido, volvió a echarse la mantica por encima. La ajustó hasta poder ver a través de los aujericos pa los ojicos y se puso las gafas de culo vaso que después del tremendo hostión que se había dado se habían quedado algo retorcidas. Mientras tanto, los demás le miraban anonadados.


 - ¡¡Asesinooooooooooooooooooooooooo!! – Gritó Bartolo Botón de inmediato, mientras señalaba con un dedo acusica al pobre de Gerardo. Era la primera palabra coherente que le habían oído decir desde que lo habían conocido

Gerardo cayó en la cuenta de que lo habían reconocido así que dio media vuelta y echó a correr de nuevo como una locaza el primer día de rebajas del Bershka.
Estaba hasta las narices de tanto correr pero sabía que si le pillaban se llevaría una somanta de palos sin parangón, como aquella vez que le pillo la agüela hurgando en los cajones donde escondía el monedero. Siguió por un pasillo, subió unas escaleras, giró a la izquierda, luego a la derecha, avanzó por otro pasillo, encontró otras escaleras, tropezó, rodó hasta abajo, se levantó mareao que paqué, siguió corriendo o al menos lo intentó, le iba a dar el asma... Oía gritos tras de sí pero no podía más, encontró una puerta. ¡Mierda, esta no!, no había tiempo y estaba extasiado así que entró a disgusto al lugar que consideraba más humillante del mundo: el baño de las chicas. Una vez dentro se encerró en uno de los vateres con pestillo y todo, y rezó el “Jesusito de mi vida, eres niño como yo...” la última media hora había sido una de las peores de su vida.

Nadie entraba, parece ser que estaba a salvo, o eso pensaba, porque de repente alguien comenzó a llorar como una plañidera, se deshizo de la manta que ya chorreaba de sudor, se puso las gafas, quitó el pestillo y asomó el careto. En un rincón había una chica llorando, era fea como el culo de una mona vieja en celo, la veía algo borrosa, casi trasparente. Será anoréxica, pensó.


 - ¿Tas bien? - Le preguntó a la desconsolada niña


La moza le miró a la cara y dejó de llorar, mudó el gesto, ahora parecía enfadada como si le hubiera venido la regla de repente. A Gerardo se le erizaron los pelillos de la nuca y empezó a tener un frío del carajo.


 - En este mismo baño perecí – Dijo la llorona
 - ¿Lo qué?
 - Soy un alma en pena porque alguien me sesgó la vida en este mismo lugar
 - ¿Mande?
 - ¡¡Que soy un fantasmaaaaaa!!


Gerardo se meó encima (calorcico, calorcico, calorcico...) y empezó a gritar como un hooligan borracho en una disco móvil de Salou, corrió hacia atrás como un cangrejo si quitar la vista del espectro, aterrorizado y acabó empotrándose contra un lavabo e incrustándose en la nuca el puñetero grifo.
¡Madre mía!, como jode, pensó mientras se acariciaba la nuca. Pero de repente se activó un extraño mecanismo, el lavabo se movió de su sitio como si tuviera raíles y apareció un enorme aujero bajo su gordo culo que se lo tragó como un inodoro a un zurrute.

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