NO RECOMENDADO A MENORES DE 13 AÑOS (Bueno, mejor 18, vamos a curarnos en salud)


Advertencia: Las historias aquí descritas pueden herir su sensibilidad y causar traumas irreversibles

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IV El estrecho a Hogwarts

Lo primero que hicieron en la Calleja de la vieja, fue acudir a la “Caja de ahorros para magos y monte de piedad” donde esperaron a que el señor banquero que atendía en ventanilla les hiciese entrega del dinero de la cuenta que había creado la difunta madre de Gerardo con el fin de que su hijo pudiese iniciar algún día sus estudios de magia y hechicería.
Cuando lo hizo, entregándoles un pequeño sobre, Gerardo extrajo el dinero que había en su interior, sacando únicamente un billete, eso sí, de cincuenta Euracos.

- Madre mía que de perras – Gritó Gerardo que jamás había visto tanto dinero junto.
- ¡Sería agarrada la puta de ella! – Gritó indignado Haris por tal decepción
- Prosti – dijo Gerardo – era solo un poco prosti.
- Gerardo, cariño, con este dinero no hay ni para empezar.

Efectivamente, como había predicho Haris, con ese dinero apenas podían hacer frente a las compras del material escolar necesario para poder comenzar el curso por lo que se las tuvieron que apañar como pudieron haciendo una serie de improvisaciones.
En lugar de una paloma mensajera (necesaria en Hogwarts porque allí no había ni cobertura para mandar sms´s ni llegaba el cable de banda ancha) tuvieron que comprar un viejo palomo cojo y tuerto que todavía podía volar; en lugar de un conejito blanco, necesario para muchos de los números de magia, compraron una cobaya pocha que tenía mucho pelo blanquito y daba el pego si la luz era escasa; en lugar de una varita de categoría y el resto de herramientas mágicas, consiguieron, tras un duro regateo, el juego “Magia borras” de segunda mano en el que venía una varita de plástico muy maja y un gran número de cacharros de lo más extraño y así, hasta conseguir comprar todo lo necesario para poder ir tirando al menos de momento.
Les costó tanto conseguir todas esas cosas, que cuando regresaron al Hostal donde se hospedaban, estaban totalmente abatidos y aquella noche si que consiguieron dormir los dos a pierna suelta y menos mal, porque como había dicho Haris, debían de conseguir descansar porque al día siguiente, cogerían el “Estrecho a Hogwarts” que, tras un par de días de viaje realmente incómodos, les trasladaría hasta la prestigiosa escuela que estaba a tomar por el culo de lejos y perdida de la mano de Dios.

Al día siguiente, al llegar a la estación, Gerardo comprobó que tan solo había un vehículo, se trataba de un pequeño y antiguo autobús escolar en el que no paraban de subir y bajar gente, la mayoría niños, mientras un gran número de familiares esperaban abajo a que partiera el bus.
Haris se internó entre el gentío hasta alcanzar el portaequipajes donde pudo colocar sus pertenencias y las de Gerardo, a continuación subió al autobús mientras Gerardo lo seguía. Una vez dentro, Gerardo se percató de lo realmente pequeño que era el autobús, un estrecho y corto pasillo por el que no se podía avanzar más que haciéndolo de lado y a ambos lados de este, un par de filas de dos asientos de cuero desgastado los cuales estaban ocupados por una multitud de niños apretados los unos contra los otros llegando a estar sentados en cada asiento dos, incluso tres niños.

- ¿Entiendes ahora por que le llaman estrecho a Hogwarts? – Le preguntó Haris a Gerardo.
- No Willow, pero esto está mu lleno
- Anda, siéntate en está fila mismamente, que no está tan llena como las demás – Le dijo Haris mientras le indicaba un par de asientos que estaban ocupados por tres niños algo raritos.

Gerardo se fijo en los tres mozalbetes que había allí sentados, el primero de ellos era un niño realmente gordo que tenía la piel cubierta de pecas y el pelo pelirrojo, parecía una albondiguilla caducada, junto a él había una niña muy delgada con una larga melena y no muy guapa de cara que, en ese preciso momento, se encontraba devorando un gran bocadillo de panceta del que caían chorretones de aceite, y por último, con la jeta apretada contra el cristal, había un niño algo gordito con cara de batracio al que le colgaba un hilillo de moco de su enorme nariz y que parecía algo lento, como Gerardo.
Gerardo se metió como pudo hasta quedar entre el niño pelirrojo y la niña del bocadillo e insertó su pandero hasta que consiguió tener una de las nalgas bien incrustada.
Después decidió dar comienzo a las presentaciones pues si algo le habían enseñado las prostitutas del barrio era que había que ser sociable en esta puta vida.

- Soy Gerardo Putas pa servirles – Dijo mientras dedicaba a cada uno de los niños una sonrisa de oreja a oreja.
- Yo soy Roberto Rodríguez, pero me puedes llamar Ro Ro – Dijo el niño pelirrojo a la vez que le estrechaba una pequeña y regordeta mano pringosa de sudor.
- Do zoy Herminia – Dijo la niña delgada con la boca llena de comida a dos carrillos sin soltar el bocata.

El tercer niño volvió su rostro moqueado hacia ellos, sonriendo y trató de decir algo – Ammmmmmm, ja, ja, ja – por supuesto, no le entendieron pero se percataron de que en el bolsillo de la camisa llevaba bordado su supuesto nombre “Bartolo Botón”

Mientras ellos se presentaban, un chico rubiales unos años mayor que ellos que vestía atuendo de nazi y al que acompañaban dos enormes lacayos, pasaba fila por fila del autobús intimidando a todos los estudiantes.
En ese momento, llegó justamente hasta donde ellos se encontraban y mientras los observaba me arriba abajo con cara de asco, comenzó a hacerles preguntas.

- ¿Alguno de vosotros es judío? – preguntó.
- No – Respondieron todos al unísono menos Bartolo que tan solo sonreía.
- ¿Alguno es negro tizón, moro mierda, chuchumeco o chino mandarino? – continuó.
- No – Respondieron.
- ¿Y retrasado, alguno de vosotros es retrasado?

Entonces Gerardo, que no sabía mentir, levantó la mano y habló.

- Yo un poquito, y este de aquí del moco colgando, creo que también, ¿por?

El chico chungo acercó su cara a la de Gerardo mientras gruñía como un perro rabioso y agarró de repente el cuello de la camiseta de “Naranjito”.

- Me quedao con tu cara jodido tonto, y con la del mocazos también, sus voy a hacer la vida imposible, y a ti también – dijo mientras volvía su rostro hacia Ro Ro – que tienes pintas de ser un Rodríguez con ese pelo zanahorio, y ya sois muchos en Hogwarts, que parecéis ratas joder.

El chico chungo empujó a Gerardo contra el asiento y continuó avanzando por el pasillo intimidando al resto de niños.

- Que miedo, me meao encima – Dijo Gerardo.
- No me extraña, es que es Draculo Malfollao “El Nazi”, es malo remalo y encima repetidor reincidente. Ya me han advertido mis diecisiete hermanos que estudian en Hogwarts que tuviese cuidado de no acercarme a él.

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