NO RECOMENDADO A MENORES DE 13 AÑOS (Bueno, mejor 18, vamos a curarnos en salud)


Advertencia: Las historias aquí descritas pueden herir su sensibilidad y causar traumas irreversibles

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I Un estruendo interrumpe la manolilla

Chof, chof, chof, chof…
Gerardo se estaba haciendo una manolilla plácidamente tumbado en el pequeño sofá de la caravana cuando de repente, un gran estruendo captó toda su atención. Inmediatamente y tras regresar el manubrio a su sitio, se incorporó y alcanzó el interruptor de la lámpara, ya con la luz encendida pudo localizar sus gafas de culo vaso y ponérselas, entonces, de un rápido vistazo, comprobó que en el interior de la caravana no había ninguna anomalía así que decidió asomarse al exterior. Al igual que él, sus abuelos habían interrumpido el acto sexual alarmados y habían salido corriendo de la única habitación, su abuelo, en calzoncillos y parecido a un espantapájaros, llevaba consigo su vieja escopeta de perdigones, tras él iba su abuela, con su camisón puesto del revés y su larga melena blanca suelta, los dos juntos sumaban más de siglo y medio pero eso no impedía que no pudieran proteger su hogar.

- ¿Qué ha sio ese ruido, jovencito? – Le preguntó su abuelo mientras él abría la pequeña puerta de la caravana y asomaba sus enormes gafas al exterior.

En el suelo embarrado, frente a la ventana de la caravana, había una paloma vieja y despeluchada con un gran número de plumas sueltas a su alrededor, todo parecía indicar que ella había sido la causante de semejante estruendo. Gerardo se fijo de que en una de sus patas había un pequeño rollo de papel, atado con un cordel.
Salió de la caravana y se acercó para poder ver un poco mejor, sus gafas eran algo viejas, había perdido algo de vista desde que las compraran y para más inri, tenía astigmatismo.

- Es solo una paloma agüelo – Dijo.
Gerardo comprobó que el animal tan solo estaba algo aturdido, por lo que lo cogió con delicadeza y se la llevó a la caravana.
- Sa quedao tonta del golpe, la entro pa dentro
- Te dicho mil veces que no me gusta que metas bichos aquí dentro – Dijo su abuelo malhumorado
- Solo quiero comprobar que está bien y de paso, mirar qué diantres es eso que lleva atado a la pata.
- Déjale Virgilio – Añadió su abuela – quesa rata voladora nos vendrá maravilla pal guiso mañana.

Gerardo se acomodó en la pequeña mesa del salón – comedor, donde colocó la paloma, después desenrolló el pequeño papel que portaba y pudo ver que en el había escrito, en letra muy pequeña, un texto muy breve.

Querido Gerardo Putas, con motivo de su decimotercero cumpleaños, nos ponemos en contacto con usted para informarle de que ha sido admitido en el prestigioso colegio “Hogwarts” de magia y hechicería, donde podrá cursar sus estudios a partir de este nuevo curso. Le rogamos, tenga la amabilidad de presentarse el próximo día 15 de Septiembre en nuestro colegio, donde dará comienzo el nuevo curso escolar.

Reciba un cordial saludo del director: Abelardo Donbenito

Tras la lectura de dicho texto, Gerardo se mostró tan alegre como sorprendido, su mayor sueño comenzaba a hacerse realidad, le estaban ofreciendo la oportunidad de estudiar magia en una prestigiosa escuela, como en los libros de la Rowling que tanto le gustaban.
Su abuelo cogió el papel sin haber pedido permiso para hacerlo, y comenzó a leerlo con especial interés, conforme sus viejos y cansados ojos iban saltando de una línea a otra, en su cara llena de arrugas se iba formando una extraña y desagradable mueca.

- Ni hablar jovencito, no voy a permitir que pierdas el tiempo con estas estupideces
- Pero…
- Ni peros ni peras limoneras, ahora vuelve al catre que no hay na más que hablar.

Sus abuelos regresaron de inmediato a la cama dejándolo solo y desconsolado y retomaron sus juegos eróticos. Él, regresó al pequeño sofá sin ninguna gana de retomar la manolilla. Antes desprenderse de las gafas, echo un largo vistazo al poster que colgaba encima de su improvisada cama, se trataba de la imagen del gran mago “Tamariz”, su ídolo, aparecía sonriendo y mostraba en sus manos una preciosa baraja.
Gerardo, desde que tuviera uso de razón, había sentido fascinación por el misterioso mundo de la magia. Su madre, antes de morir víctima de la violencia machista, su chulo la había matado a martillazos, le había prometido que haría todo lo posible par a que su sueño se hiciera realidad, por eso, en esos momentos no tenía ninguna duda de que esa carta había llegado gracias a ella.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, Gerardo se sentía tan ofuscado que no pudo morderse la lengua por más tiempo.

- Agüelo, cucha, quiero estudiar el próximo curso en Hogwarts, no deseo otra cosa en este mundo, te lo juro por Tamariz.
- Míralo – Grito su abuelo señalándole con su huesudo dedo índice – habla igual que la puta nuestra hija que en paz descanse la mu guarra.
- Perdona – le interrumpió Gerardo enfadado - vale que mi madre fuera un poco prosti, pero no tiene porque llamarla así.
- Era más puta que las gallinas y más fea cun demonio; ya veo en que tonterías se gastaba los cuatro duros que dejaba que guardase pa ella, u te crees que tan mandao esa carta por lo guapo que eres atontolinao. Cucha, Aunque eres igual de feo que tu madre y algo lento, to hay que decirlo, podrías llegar a ser un hombre de provecho, trapero, limpiabotas, incluso afilador, como lo he sio yo durante tantísimos años, y me vienes con que quieres ser un prestidigitador, amos hombre, habrase visto. Escucha bien con esas urejillas de ratón disminuido cas sacao: Jamás dejaré que lo hagas y no hay na más que hablar.

Ante la contundencia de las palabras que acababa de escupir su abuelo por esa bocaza llena de dientes postizos, Gerardo se levantó de la mesa y salió corriendo de la caravana mientras lloraba como una nenaza.
Corrió cuan rápido le permitieron sus pies planos, dejando una estela de lágrimas cristalinas tras de sí y un buen hilo de mocazo sobre su rostro. Abandonó el solar donde se amontonaban un gran número de caravanas, cruzó el vertedero que colindaba con ellas y atravesó el parque abandonado donde unas cuantas prostitutas comenzaban ha hacer su turno de mañana.
Al cabo de un rato, agotado después de la carrera, se acurrucó junto al lecho de un pequeño río donde se acumulaba un gran número de basura y donde solía esconderse cuando necesitaba estar solo, y continuó con su lamento y deseando, con todas sus fuerzas, que nada ni nadie impidiera que su sueño se hiciese realidad.

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