NO RECOMENDADO A MENORES DE 13 AÑOS (Bueno, mejor 18, vamos a curarnos en salud)


Advertencia: Las historias aquí descritas pueden herir su sensibilidad y causar traumas irreversibles

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III La Calleja de la vieja

Después de un largo trayecto en la minúscula moto de Haris bajo la intensa lluvia, llegaron empapados a su lugar de destino. Se trataba de un pequeño y austero Hostal situado el mismo centro de la ciudad, donde la agradable mujer que regentaba el negocio les trató muy hospitalariamente ofreciéndoles toallas para secarse, leche caliente y una pequeña pero cómoda habitación en la que pudieron encontrar dos camas que no tardaron en estrenar.
Gerardo apenas pudo dormir porque no hacía más que darle vueltas a la cabeza, incluso perdonó la manolilla de cada noche; Haris, por su parte, durmió como un tronco y roncó durante toda la noche.
A la mañana siguiente, Haris se despertó muy contento, comenzó a cantar los grandes éxitos de “Camela” a voz en grito como si no hubiese más gente hospedada en aquel hostal mientras se vestía nuevamente con aquella vieja chaqueta de mujer bajo la que guardaba sus innumerables pertenencias. A Gerardo le llamó la atención que de entre las posesiones de Haris que pudo ver (una barra de pan duro, una armónica, un abanico, un micrófono, un bolígrafo de los gordos con doce colores, una flauta, una regla) no hubiese una varita pero sí una gran variedad de objetos estrechos y alargados.

- ¿Has descansado, muchacho? – Le preguntó Haris mientras recogía.
- No Willow, estaba preocupado.
- Es normal, anoche sucedieron muchas cosas que han cambiado en parte tu vida
- No es eso, es que me se olvidó sacar la basura y mi agüelo tiene mu mala folla.
- Eso no debe preocuparte ahora Gerardo, además tienes que descansar porque pronto dará comienzo el nuevo curso en Hogwarts y debemos de estar preparados para entonces. ¿Sabes que es lo que vamos a hacer hoy?
- ¿Volar en escoba? – preguntó Gerardo emocionado
- No, hoy…
- ¿Viajar en tren chu chu pa Hogwarts? – le interrumpió Gerardo
- No, va…
- ¿Montar en grifo? ¿Dar de comer a los gusarapos? ¿Desgnomizar un jardin?...

Haris, más que molesto por tanta interrupción, se aproximó a Gerardo y, de un salto, le arreó tal colleja que a pocas le saca las amígdalas de la boca.

- Me cago en la madre que te parió ¿Te quieres callar, cansino, y dejar hablar a los mayores? Escucha, hoy vamos a ir a un sitio muy especial, donde conseguiremos algo de dinero y donde podremos comprar el material necesario para que puedas comenzar tus estudios de magia.
- ¡Chachi guachi!, ¿podré comprar una varita?
- Claro que si, con el dinero que dispongamos podrás comprar una varita y muchas cosas más.
- ¿Oye, y tú por qué no llevas varita?

La pregunta pilló por sorpresa a Haris y su rostro palideció de repente.

- Hace mucho tiempo, cometí un terrible error y me quitaron el privilegio de poder participar en espectáculos de magia y de poder volver a llevar varita (mientras Haris hablaba, su mente recreaba aquel trágico suceso. Tiempo atrás, en un pequeño pueblo de provincias, durante el descanso de una actuación, un vecino del lugar fue testigo accidental de cómo Haris copulaba con una cabrita y de como mientras insertaba su varita en un sitio poco ortodoxo, un escándalo tal que jamás ha sido olvidado en aquel pueblo) ahora, al menos, tengo la suerte de poder dar clases en un Colegio donde se enseña magia y hechicería; y aunque no tengo permitido el uso de varita u objetos similares dentro del recinto, puedo estar con mis queridos, bellos y encantadores animales puesto que soy profesor de “Cuidado de los animales”. ¿Entiendes ahora porque no porto varita?
- Perdona Willow, no te estaba escuchando, he pescao una araña de encima de tu cama y estaba arrancándole las patas pa jodela.

Gerardo, pensando en que si iban a salir de compras haría bien en arreglarse un poco, eligió su mejor camiseta “La de Naranjito”, también se calzó sus chirucas de la suerte, que aunque apestaran a cabrales y le fueran tres tallas pequeñas, le parecían muy guapas para llevarlas con el chándal de táctel verde y rosa, estilo “yonki en las últimas” que su abuela se había encontrado en un contenedor meses atrás.
Al poco de desayunar, los dos nuevos amigos marcharon hacia el lugar donde se suponía iban a hacer sus compras. A menos de diez minutos del Hostal, en el medio de una estrecha calle por la que nadie se molestaría en pasar a no ser que quisiera comprar algo de farlopa o contratar los servicios de alguna prostituta, dieron con una pequeña parcela en la que había una pequeña casa, que aunque estaba en un estado pésimo, parecía estar habitada.
Haris, hizo sonar el timbre de la puerta y esperó respuesta hasta que oyeron un grito que provenía del interior de la casa - ¡Pasen, esta abierto!
Haris abrió la puerta y se internó en la vivienda, mientras Gerardo lo seguía.
Anduvieron por un estrecho pasillo en el que ambos lados había varias puertas cerradas, mientras lo seguían se cruzaron con algunas personas que venían en dirección contraria y que ni siquiera les saludaron. Llegaron a un pequeño salón donde se encontraron con una anciana vestida de luto que hacía ganchillo tranquilamente sentada en una vieja butaca. La señora, levantó la mirada en cuanto les oyó llegar y se quedó observándoles durante unos instantes, mientras sus manos continuaban haciendo ganchillo hábilmente, creando lo que parecía ser un jersey “rosa chicle” excesivamente grande que no se pondría nadie en su sano juicio.

- ¿Contraseña? – Preguntó la señora de repente.
- A comprar vengo, por eso me detengo – Contestó Haris.
- Pueden pasar – Dijo la señora mientras retomaba la tarea.

Haris avanzó por el salón hasta dar con una pequeña puerta que conducía a un patio trasero lleno de macetas con flores de todos los tipos y colores e infestado de moscardas gordas como elefantes. Al fondo, un muro cubierto de enredaderas cerraba el recinto, en medio de este, había una gran puerta metálica de color verde, semejante a la de un corral, a la que se aproximaron.
Al llegar frente a la misteriosa puerta, Haris se detuvo y se dirigió a Gerardo.

- Bienvenido a la “Calleja de la vieja” el lugar que todo verdadero mago debería conocer

Nada más decir estas palabras, Haris abrió la puerta mostrándole a Gerardo el misterio que ocultaba al otro lado. Se trataba de un estrecho y alargado callejón de suelo adoquinado, en el que se amontonaban numerosos puestos de rastrillo y pequeños locales con escaparates y llamativos carteles con nombres estrambóticos. El lugar estaba atestado de gente de todas las clases que o bien vendían artículos de lo más extraño o bien hacían sus compras o paseaban por el lugar.
Gerardo, realmente sorprendido, se orinó encima de la emoción y no era la primera vez que esto le pasaba.

- Madre mía Willow – dijo Gerado - ¿Tas dao cuenta de lo que se parece esto a los libros de Harry Potter?
- Toma, no te jode – contestó Haris – como que la Rowling esa trabajo aquí un tiempo de joven como dependienta en el frutos secos “El Rincón” que hay a mitad de calle. La vida es realmente sorprende muchacho.

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